El Palacio de Porcelana Verde

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Encontré el Palacio de Porcelana Verde„ al filo de mediodía, desierto y desmoronándose en ruinas. Sólo quedaban trozos de vidrio en sus ventanas, y extensas capas del verde revestimiento se habían desprendido de las armaduras metálicas corroídas. El palacio estaba situado en lo más alto de una pendiente herbosa; mirando, antes de entrar allí, hacia el nordeste, me sorprendió ver un ancho estuario, o incluso una ensenada, donde supuse que Wandsworth[1] y Batterseaf[2] debían haber estado en otro tiempo. Pensé entonces -aunque no seguí nunca más lejos este pensamiento, qué debía haber sucedido, o qué sucedía, a los seres que vivían en el mar.

Los materiales del palacio resultaron ser, después de bien examinados, auténtica porcelana, y a lo largo de la fachada vi una inscripción en unos caracteres desconocidos. Pensé, más bien neciamente, que Weena podía ayudarme a interpretarla, pero me di cuenta luego de que la simple idea de la escritura no había nunca penetrado en su cabeza. Ella me pareció siempre, creo yo, más humana de lo que era, quizá por ser su afecto tan humano.

Pasadas las enormes hojas de la puerta -que estaban abiertas y rotas-, encontramos, en lugar del acostumbrado vestíbulo, una larga galería iluminada por numerosas ventanas laterales. A primera vista me recordó un museo. El enlosado estaba cubierto de polvo, y una notable exhibición de objetos diversos se ocultaba bajo aquella misma capa gris Vi entonces, levantándose extraño y ahilado en el centro del vestíbulo, lo que era sin duda la parte inferior de un inmenso esqueleto. Reconocí por los pies oblicuos que se trataba de algún ser extinguido, de la especie del megaterio El cráneo y los huesos superiores yacían al lado sobre 1 * capa de polvo; y en un sitio en que el agua de la lluvia había caído por una gotera del techo, aquella osamenta estaba deteriorada. Más adelante, en la galería, se hallaba el enorme esqueleto encajonado de un brontosaurio[3]. Mi hipótesis de un museo se confirmaba. En los lados encontré los que me parecieron ser estantes inclinados, y quitando la capa de polvo, descubrí las antiguas y familiares cajas encristaladas de nuestro propio tiempo. Pero debían ser herméticas al aire a juzgar por la perfecta conservación de sus contenidos.

¡Evidentemente, estábamos en medio de las ruinas de algún South Kensington[41 de nuestros días! Allí estaba, evidentemente, la Sección de Paleontología, que debía haber encerrado una espléndida serie de fósiles, aunque el inevitable proceso de descomposición, que había sido detenido por un tiempo, perdiendo gracias a la extinción de las bacterias y del moho las noventa y nueve centésimas de su fuerza, se había, sin embargo, puesto de nuevo a la obra con extrema seguridad, aunque con suma lentitud, para la destrucción de todos sus tesoros. Aquí y allá encontré vestigios de los pequeños seres en forma de raros fósiles rotos en pedazos o ensartados con fibra de cañas. Y las cajas, en algunos casos, habían sido removidas por los Morlocks, a mi juicio. Reinaba un gran silencio en aquel sitio. La capa de polvo amortiguaba nuestras pisadas. Weena, que hacía rodar un erizo de mar sobre el cristal inclinado de una caja, se acercó pronto a mí -mientras miraba yo fijamente alrededor-, me cogió muy tranquilamente la mano y permaneció a mi lado,

Al principio me dejó tan sorprendido aquel antiguo monumento de una época intelectual, que no me paré a pensar en las posibilidades que presentaba. Hasta la preocupación por la Máquina del Tiempo se alejó un tanto de mi mente

A juzgar por el tamaño del lugar, aquel Palacio de Porcelana Verde contenía muchas más cosas que una Galería de Paleontología; posiblemente tenía galerías históricas; ¡e incluso podía haber allí una biblioteca! Para mí, al. menos en aquellas circunstancias, hubiera sido mucho más interesante que aquel espectáculo de una vieja geología en decadencia. En mi exploración encontré otra corta galería, que se extendía transversalmente a la primera. Parecía estar dedicada a los minerales, y la vista de un bloque de azufre despertó en mi mente la idea de la potencia de la pólvora. Pero no pude encontrar salitre; ni, en realidad, nitrato de ninguna clase. Sin duda se habían disuelto desde hacía muchas edades. Sin embargo, el azufre persistió en mi pensamiento e hizo surgir una serie de asociaciones de cosas. En cuanto al resto del contenido de aquella galería, aunque era, en conjunto, lo mejor conservado de todo cuanto vi, me interesaba poco. No soy especialista en mineralogía. Me dirigí hacia un ala muy ruinosa paralela al primer vestíbulo en que habíamos entrado. Evidentemente, aquella sección estaba dedicada a la Historia Natural, pero todo resultaba allí imposible de reconocer. Unos cuantos vestigios encogidos y ennegrecidos de lo que habían sido en otro tiempo animales disecados, momias disecadas en frascos que habían contenido antaño alcohol, un polvo marrón de plantas desaparecidas: ¡esto era todo! Lo deploré, porque me hubiese alegrado trazar los pacientes reajustes por medio de los cuales habían conseguido hacer la conquista de la naturaleza animada. Luego, Regamos a una galería de dimensiones sencillamente colosales, pero muy mal iluminada, y cuyo suelo en suave pendiente hacía un ligero ángulo con la última galería el' que había entrado. Globos blancos pendían, a intervalos, del techo -muchos de ellos rajados y rotos- indicando que aquel sitio había estado al principio iluminado artíficialmente. Allí me encontraba más en mi elemento, pues de cada lado se levantaban las enormes masas de unas gigantescas máquinas, todas muy corroídas y muchas rotas, pero algunas aún bastante completas. Como ustedes saben, siento cierta debilidad por la mecánica, y estaba dispuesto a detenerme entre ellas; tanto más cuanto que la mayoría ofrecían el interés de un rompecabezas, y yo no podía hacer más que vagas conjeturas respecto a su utilidad. Me imaginé que si podía resolver aquellos rompecabezas me encontraría en posesión de fuerzas que podían servirme contra los Morlocks.

La máquina del tiempo [Novela H.G. Wells]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora