La Máquina

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La cosa que el Viajero a través del Tiempo tenía en su mano era una brillante armazón metálica, apenas mayor que un relojito y muy delicadamente confeccionada. Había en aquello marfil y una sustancia cristalina y transparente. Y ahora debo ser explícito, pues lo que sigue -a menos que su explicación sea aceptada- es algo absolutamente inadmisible. Cogió él una de las mesitas octogonales que había esparcidas alrededor de la habitación y la colocó enfrente de la chimenea, con dos patas sobre la alfombra. Puso la máquina encima de ella. Luego acercó una silla y se sentó. El otro objeto que había sobre la mesa era una lamparita con pantalla, cuya brillante luz daba de lleno sobre aquella cosa. Había allí también una docena de bujías aproximadamente, dos en candelabros de bronce sobre la repisa de la chimenea y otras varias en brazos de metal, así es que la habitación estaba profusamente iluminada. Me senté en un sillón muy cerca del fuego y lo arrastré hacia adelante a fin estar casi entre el Viajero a través del Tiempo y el hogar. Filby se sentó detrás de él, mirando por encima de su hombro. El Doctor y el Corregidor le observaban de perfil desde la derecha, y el Psicólogo desde la izquierda. El Muchacho Muy joven se erguía detrás del Psicólogo. Estábamos todos sobre aviso. Me parece increíble que cualquier clase de treta, aunque sutilmente ideada y realizada con destreza, nos hubiese engañado en esas condiciones.

El Viajero a través del Tiempo nos contempló, y luego a su máquina.

-Bien, ¿y qué? -dijo el Psicólogo.

-Este pequeño objeto -dijo el Viajero a través del Tiempo acodándose sobre la mesa y juntando sus manos por encima del aparato- es sólo un modelo. Es mi modelo de una máquina para viajar a través del tiempo. Advertirán ustedes que parece singularmente ambigua y que esta varilla rutilante presenta un extraño aspecto, como si fuese en cierto modo irreal.

Y la señaló con el dedo.

-He aquí, también, una pequeña palanca blanca, y ahí otra.

El Doctor se levantó de su asiento y escudriñó el interior de la cosa.

-Está esmeradamente hecho -dijo.

-He tardado dos años en construirlo -replicó el Viajero a través del Tiempo.

Luego, cuando todos hubimos imitado el acto del Doctor, aquél dijo:

-Ahora quiero que comprendan ustedes claramente que, al apretar esta palanca, envía la máquina a planear en el futuro y esta

otra invierte el movimiento. Este soporte representa el asiento del Viajero a través del Tiempo. Dentro de poco voy a mover la palanca, y la máquina partirá. Se desvanecerá, Se adentrará en el tiempo futuro, y desaparecerá. Mírenla a gusto. Examinen también la mesa, y convénzanse ustedes de que no hay trampa. No quiero desperdiciar este modelo y que luego me digan que soy un charlatán.

Hubo, una pausa aproximada de un minuto. El Psicólogo pareció que iba a hablarme, pero cambió de idea. el Viajero a través del Tiempo adelantó su dedo hacia la palanca.

-No -dijo de repente-. Déme su mano.

Y volviéndose hacía el Psicólogo, le cogió la mano y le dijo que extendiese el índice. De modo que fue el propio Psicólogo quien envió el modelo de la Máquina del Tiempo hacia su interminable viaje. Vimos todos bajarse la palanca. Estoy completamente seguro de que no hubo engaño. Sopló una ráfaga de aire, y la llama de la lámpara se inclinó. Una de las bujías de la repisa de la chimenea se apagó y la maquinita giró en redondo de pronto, se hizo indistinta, la vimos como un fantasma durante un segundo quizá, como un remolino de cobre y marfil brillando débilmente; y partió... ¡se desvaneció! Sobre la mesa vacía no quedaba más que la lámpara.

La máquina del tiempo [Novela H.G. Wells]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora