Capítulo 2

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Una semana después no había visto a mi madre y a mi hermano casi nada.

Como en el colegio me daban el almuerzo mi madre no se había preocupado por mi alimentación en todos estos días y solo se había dedicado a ir y venir del hospital; al pendiente de cuidar a mi padre.

El problema era que hoy era domingo otra vez y hoy estaba en mi casa todo el día. Así que hoy el colegio no se encargaba de mi almuerzo.

Y no había nada en la cocina. Nada de nada. Ni siquiera una bolsa vieja de ramyon.

Mi estómago gruñó y me empecé a estresar. Yo entendía que mi papá necesitara a mi mamá. Pero él se había buscado estar allá. Por más horrible que eso sonara.

Así que tomé coraje y me dije a mi mismo que si mi hermano lo hacía todo el tiempo, no estaría mal si yo lo hacía solo por esta vez. Ya luego estaría pendiente de recordarle a mi madre que yo también existía y comía.

Fui al cajón alto de la cocina y saqué el tarro de ahorros de mi madre. Se suponía que mi hermano y yo no teníamos idea de la existencia de este tarro, pero bueno, la única que creía eso era mi mamá.

Tomé el dinero escasamente necesario para un ramyon y alguna buena bebida. Me mordí el labio y me dije que si compraba una fruta no estaría demás... Ya sabía que estaban muy caras, pero solo sería una. Una fruta y nada más. La más barata que encontrara.

Un sancocho de tienda después, estaba de vuelta en la cocina preparando mi ramyon mientras me comía un paquete de potato snack.

Me senté a ver la televisión el resto de la tarde mientras comía más galguerías, hasta que la noche y mi madre llegaron.

—Oh cariño, olvidé por completo que hoy era domingo. Lo siento tanto, ¿tienes hambre? —preguntó mi madre.

—No te preocupes, tenía algo de dinero y compré ramyon. Pero si te soy sincero, aún tengo hambre —le respondí.

—Traje un sándwich del hospital, ¿es suficiente?

Asentí.

Ella me lo tendió y yo lo recibí. Lo destape y empecé a comérmelo de inmediato.

—¿Tu hermano aún no ha vuelto?

Negué con un sonido ahogado por estar tragando la comida.

—Mierda —dijo ella y luego me volteó a ver—. No repitas eso nunca, cariño.

Yo negué despacio.

—Escucha, ¿ya eres un chico grande verdad? —preguntó ella y yo afirme entusiasmado—. Bien, entonces puedes pasar la noche solo, ¿verdad? Ah, qué cosas digo. Por supuesto que puedes. Tienes catorce años, ya eres todo un hombrecito.

Me quedé pensando en lo que eso implicaba, y aunque no me gustaba, asentí.

—Que bueno, cariño, porque tu padre tuvo una recaída y tengo que volver. Vine solo a darme una ducha y cambiarme de ropa —dijo ella y empezó a subir las escaleras—. Si tu hermano regresa dile que dije que está castigado. —Alcance a escuchar a lo lejos.

No dije nada cuando la vi bajar y salió con un vestido verde que no parecía nada cómodo para pasar la noche en un hospital.

No tenía que ser demasiado inteligente para entender que era lo que estaba pasando. Aun así fingí no enterarme de nada.

Seguí viendo la televisión hasta que considere que ya era una buena hora para irme a dormir, ya que mañana tenía clases.

Apague el televisor y me sentí nervioso porque eran las 22:47 y mi hermano aun no regresaba. Tampoco debía ser demasiado inteligente para entender que ya no iba a llegar. De todas formas, los nervios estaban porque nunca me había quedado completamente solo en la noche. Siempre había tenido la certeza de que en algún momento alguien regresaría y yo contaría al menos con el hecho de saber de su presencia. Así fuera solo la del odioso de mi hermano. Esta vez, muy a mí pesar; no había nada de eso. Y me abrumaba.

Cúbreme del Mal • JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora