Todo era caos antes de que él llegara. Los humanos se mataban entre sí, los elfos se ocultaban, los demonios eran cazados como sucias bestias y los ángeles eran adorados como dioses.
Él murió y reencarnó en este mundo, trayendo consigo el equilibrio...
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Dolor, asfixia, la sensación viscosa que recorría mi cuerpo, la pareja de personas bien parecidas y Diam... Eso era lo único que lograba recordar después de haber sido tocado por el anciano sospechoso. Miré de cerca al hombre que me cargaba como si fuera un bebé, algo en lo que por cierto y sin razón era. Había perdido el conocimiento siendo un dragón y ahora era un niño humano de cabellos plateados y ojos grises. El cuerpo de la persona que me cargaba aterrizó cerca de un grupo de humanos, me asombró bastante el hecho de que no se espantaran por las alas que adornaban la espalda del mismo, pues conociendo bien a esta raza que atacaran o corrieran eran las opciones más plausibles.
Logrando dejarme con la boca abierta, el humano que me había empujando contra la pared cuando aún no sabía ni caminar y quien parecía el líder de la comitiva se arrodilló junto a los otros y hablaron con bastante respeto al hombre que me sujetaba, sin embargo la mirada que le dirigían no era nada parecido a una de sumisión. Al tocar el suelo miré interrogante al sujeto, él solo sonrió y me presentó ante aquellas personas, pidiendo que me trataran como uno de los de ellos. Una niña salió de entre la multitud, sus ojos rojos resaltaban de manera admirable, fui empujado hasta quedar frente a sí y la miré interrogante. Al instante siguiente una furia incomprensible se coló en mi mente, aquella niña,a que había reconocido como la pequeña que me ayudó a subir a mi cojín la vez que había caído, acababa de abofetearme con la excusa de al ser una princesa debía arrodillarme ante ella.
—Yell Prisión de agua atmosférica - susurró
De inmediato sentí como mi cuerpo se tensaba, impidiendo cualquier intención de movimiento. El padre de la niña dio la despedida a aquel hombre y a la vistosa mujer que lo acompañaba. Escuché el revolotear de sus alas, lo que indicaba que habían partido. Un tirón en los cabellos me sacó de mi ensoñación, la chica me hablaba por ellos, mas al estar atado por un hechizo iba arrastrándome por la calle repleta de cadáveres. La ira volvió a llenarme, cómo una pequeña era capaz de ser tan cruel con uno de los suyos, siempre supe que detestaban a las otras criaturas, pero jamás pensé que incluso entre ellos se presionaran.
Tras unos minutos de ser tratado de esa forma el hechizo culminó. De inmediato me levanté y sacudí la mano de la joven de mi pelo, ganándome otra bofetada de su parte. La miré con odio, no tenía intenciones de dejarla impune, pero cuando intenté devolverle con la misma moneda un fuerte golpe conectó con mi mandíbula, tirándome al suelo.
—Espero que sea la última vez que intentes golpear a tu princesa, Deus el suprainmortal nos eligió como reyes de esta nación y por lo tanto gobernamos sobre todos.
Dichas estas palabras la fémina volvió a tomar mis cabellos, una vez más me liberé de su agarre y la miré desafiante. El padre al verme me tomó por el cuello y me levantó hasta tenerme a su altura. Me asusté un poco al ver la mirada que me dedicaba, al reconocer el pavor en mis ojos sonrió y me lanzó de espaldas contra el suelo.
—Kilian, Jones, soldados, ¿harían el favor de llevar a este rebelde a mis aposentos? -dijo
—Pero padre... este niño es mío, yo lo cuidaré -sentenció la muchacha