Capítulo 1

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Al abrir mis ojos, observé el reflejo de una criatura similar a un cocodrilo, sólo que este ser estaba cubierto de plumas blancas, tres pares de alas se dejaban ver en su espalda, el vientre se componía de escamas tan puras como el mármol y sus ojos reptilianos eran grises, rodeados de una aureola verdosa. Recordé que el día antes de morir, había visto el mismo reflejo, al parecer lo que decía el niño de antes era cierto, había reencarnado en una especie de dragón emplumado. Me removí hasta lograr que mi vientre quedara encima de la sábana rosa que cubría la especie de cojín en el que estaba.

Con la mirada registré los alrededores, en aquel lugar no había más que el cascarón del que debí haber salido, el espejo en el techo y el lugar en el que me encontraba, que estaba elevado del suelo; este hecho me dificultaba ver el suelo. Las paredes eran de color blanco, sin ventanas, la entrada y salida era, a la vez, una puerta de metal oscuro. Un leve resplandor se colaba por debajo de esta, por lo que supuse que era de día.

Forzando mis prematuras extremidadades, me levanté y no logré siquiera moverme antes de enterrar mi cabeza en la tela. Una vez más, alcé mi vientre y me paré, aunque al instante, mis patas temblaron y volví a la posición original. Resoplé con molestia, ¿quién pensaría que acostumbrarse a caminar sería tan difícil?

Mis protestas fueron interrumpidas por el chillido que emitió la bisagra de la puerta al abrirse. Sorprendido, volteé mi cabeza y vi como una señora mayor entraba al lugar con una bandeja entre sus manos. La misma, se acercó a donde estaba y colocó frente a mí, aquello que traía en sus manos. Un olor que me dejó extático, penetró en mi nariz, lo que provocó que mi estómago rugiera. De inmediato, abrí mis fauces y mastiqué el suave trozo de carne. Al finalizar, mis párpados comenzaron a pesar me, tal parecía que después de comer, era normal que un bebé se sintiera somnoliento.

Al día siguiente, desperté lleno de energías, por lo que decidí que aprendería a caminar. Use fuerza en mis cuatro extremidadades, hasta que logré estar de pie en el cojín. Moví lentamente mi pata derecha, unos centímetros hacia adelante, luego, esforzando mi débil cuerpo, conseguí posicionar la otra pata. Suspiré con alivio al lograr dar un paso, al instante, temblé y un sentimiento de fragilidad se extendió por todo mi ser. Mis dientes se apretaron y me obligué a mantenerme erguido mientras sentía un profundo dolor. Aguantando tal pesar, di otro paso, mucho más lento que el anterior, y mi cuerpo se derrumbó. Horas después, la misma señora del día anterior, me trajo alimentos y mi consciencia se sumergió, una vez más, en un profundo sueño.

Una semana había transcurrido desde que había llegado a este mundo, cada día me esforzaba en caminar y mi trabajo había dado frutos, actualmente era capaz de dar al menos cinco pasos

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Una semana había transcurrido desde que había llegado a este mundo, cada día me esforzaba en caminar y mi trabajo había dado frutos, actualmente era capaz de dar al menos cinco pasos. Decidido a llegar al borde del cojín, alcé mi cuerpo y miré con firmeza al frente. Uno, dos, tres....cuatro.......cinco..........seis y comencé a temblar, sin embargo, la fuerza de voluntad dentro de mí me impedía rendirme. Forzosamente, coloqué mi pata derecha un paso más, pero cual fue mi suerte, que al mover mi otra extremidad, esta chocó con un bulto en el cojín, ante el inesperado contacto, mi cuerpo se precipitó hacia adelante, donde olvidaba que se encontraba el fin de la tela rosa.

Plumas blancas y etéreasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora