Suspirando, regresó a la mansión con un semblante sombrío, sin el brillante aura que llevó consigo al irse dos horas y media antes. Simplemente estaba triste y muy pensativa, jamás creyó que su amiga desaparecería así como así, sin dar explicación. Por momentos, pensamientos negativos de un posible secuestro pasaron por su mente.
—¿Señorita Kagome? —llamó esa dulce voz avejentada.
La nombrada se volteó, dando un paso atrás al haberse subido al primer escalón anteriormente. Kaede estaba allí, parada en medio del salón con una sonrisa amable, pero sus ojos, constantemente, miraban hacía arriba, como si algo malo sucediera.
—¿Si? — Frunció el ceño, confundida.
Kaede exhaló, como si estuviera un poco nerviosa por decir alguna palabra.
—No deberías ir arriba, al menos por un rato —aconsejó, sobresaltandose por un ruidoso estruendo en el segundo piso.
Al igual que Kaede, Kagome dio un pequeño salto en su lugar, asustada por el gran golpe que resonó, como si alguien hubiera golpeado la pared contra algo. La azabache miró hacía arriba, con evidente miedo.
—¿Qué sucede? —cuestionó con incertidumbre, sin apartar la vista de la parte superior de las escaleras.
—La madre del señor Sesshomaru lo llamó. Eso sólo puede significar una cosa; ella lo vendrá a visitar.
Las palabras de Kaede golpearon su memoria, recordando cuanto sufrió Sesshomaru por culpa de su frívola madre. Lo entendía por completo.
—Desde que el señor Taisho murió, la señora Irasue visita una vez cada tres meses al joven amo. Eso lo... enloquece un poco. Sólo debemos ignorarlo y darle su espacio, se recompondrá pronto —dijo con firmeza, pero sonaba tan mal.
—¿Dejan que pase por eso solo? —preguntó, apretando los labios en duda.
Nadie debería pasar por eso solo.
—Es lo que nos mantiene en armonía a todos —explicó.
Por supuesto.
Alejándose de las escaleras, Kagome forzó una sonrisa hacía Kaede, siguiendo a la anciana en silencio hacía la cocina, donde pasaría el rato hasta que todo se calme, aunque escalofríos recorrieron su espalda en todo momento por los constantes ruidos en la parte superior de la mansión.
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Una hora después, cuando no se escuchó ni un ruido más, Kagome subió las escaleras con la seguridad de que la tormenta había pasado, pero las consecuencias no.
En el pasillo había muchos objetos destrozados en el suelo, paredes con abolladuras, posiblemente provocados por puños, las pequeñas mesas de madera que decoraban el lugar, ahora hecha pedazos en los rincones. Todo fue un desastre, ni siquiera la luz del techo se salvó, la cual parpadeaba tenebrosamente.
Demasiado que limpiar para mañana. Se quejó, pero también estaba preocupada. Aquel había sido un gran ataque de ira.
Parada en el medio del pasillo por estar analizando todo el lugar, se sobresaltó cuando escuchó la puerta de una habitación cerrarse con fuerza, sabiendo de quien era. Sin embargo, ni siquiera pudo pensarlo demasiado, ya que pronto, estuvo cara a cara con su jefe, quien parecía tener prisa de irse al principio, pero en cuanto la vió, paró en seco, como si ya no importara donde tenía que ir.
Kagome se sintió demasiado extraña. Nunca nadie la había visto como él la veía, al menos no sin antes conocerla a fondo. Pero Sesshomaru, Sesshomaru parecía completamente enamorado, como si estuviera viendo la cosa más hermosa de su vida, aún así, no había del todo pureza en su mirar. También abundaba una oscuridad de la que la azabache no pudo descifrar, pero que le daba la misma mala espina que la primera vez que se vieron.
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He's |Sesshome| |Libro 1#|
Fanfic|Libro 1#| Como empleada doméstica de una agencia muy importante, Kagome, sin cuestionar, iba donde le ordenaban. Usualmente, limpiaba casas de clientes usuales que eran fieles a ella, sin embargo, algo inusual ocurre, por lo que se le pide trabajar...