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Tragando en seco, la azabache giró la perilla, entrando al misterioso cuarto del que tanto se le prohibió la entrada. Sin embargo, para su sorpresa, no era más que una habitación normal. No parecía haber nada fuera de lugar, siquiera alguna decoración excéntrica. Nada. Entonces se preguntó si tal vez simplemente era muy conservador con su espacio, pero su aura daba paso a la malinterpretación.

Quizás lo pensé demasiado. Acordó en su mente, mientras se adentraba con cautela al lugar, cerrando la puerta despacio.

Al ver hacía la cama, Sesshomaru se encontraba boca arriba, mirando el techo de manera pensativa. Para tranquilidad y curiosidad de Kagome, él se veía inofensivo, para nada amenazante como de costumbre. Era extraño, pero la hizo sentir menos insegura.

¿Qué pretende? Cuestionó intrigada mientras se acercaba.

Armandose de valor, la azabache finalmente se acostó al lado de su empleador, sabiendo que si dudaba más, regresaría a su propia habitación. Desde ese momento el ambiente se volvió tenso, pero Kagome intentó aliviarlo.

—¿Qué deberíamos hacer ahora? No creo que pueda dormir con esta tensión tan incómoda —admitió, sacándole un bufido divertido al hombre.

—Tu sinceridad de nuevo —dijo, sabiendo que lo primero que le atrajo de ella fue su honestidad —. Eso lo decides tú, Higurashi. — Le dió a elegir.

Moviéndose incómoda en su lugar, su calor corporal se elevó levemente cuando se volteó hacía Sesshomaru, ahora mirándose fijamente cuando él giró su cabeza hacía ella. Kagome tenía todo su cuerpo en su dirección, mientras que él aún estaba boca arriba, pero sus feroces ojos la miraban a ella.

—¿Podrías abrazarme? Mi madre lo hacía. Decía que le ayudaba a dormir —confesó en voz baja, casi tímida, pero ambos eran adultos, así que fue directa y no demasiado vergonzosa.

Por unos segundos, él no respondió, observando en silencio, sin embargo, poco después giró su cuerpo hacía ella, tocando su cintura con un brazo para atraerla a su cuerpo, colocando el otro brazo debajo de la cabeza de Kagome, quien trató de acomodarse lo más cómodamente posible hacía el nuevo tacto.

Al principio ambos estuvieron tensos, pero por razones diferentes, hasta que encontraron su posición perfecta. La azabache enterró su rostro en el cuello de él, siendo apretada con fuerza contra su cuerpo, aún así, fue reconfortante, mientras que el peli-blanco apoyó su barbilla en la cabeza de ella cuando la rodeó por completo con su brazo. Parecían una pareja.

—Escuché que tuviste una infancia difícil. — No fue el mejor tema para iniciar una conversación, sin embargo, Kagome quiso tocar esa herida para tocar también la suya, fue egoísta, pero debía decirlo. Quería desahogarse, aún cuando sintió como el cuerpo de Sesshomaru se tensó nuevamente por aquel tema. Sin embargo, continuó —; A pesar de las diferencias, comprendo tu daño. Mi padre era un ebrio. Al principio golpeaba a mi madre, pero ella lo minimizó al estar ciega de amor por él. Luego nací, y el alcohol lo consumió cuando me culpó por todas sus desgracias, incluso me golpeaba. Hasta que un día, murió por sobredosis. No sabíamos que también consumía drogas. Mi madre hasta el último día lo amó, así que cayó en depresión y yo estuve allí para consolarla, pero no fuí suficiente. Cuando tenía trece años, ella se suicidó ahocardose con una soja en su habitación. Fuí criada por mi abuelo entonces hasta que cumplí la mayoría de edad y él falleció por causas naturales —relató en voz baja, como si estuviera exhausta sobre la vida que había llevado hasta ahora —. No pude pagar muchos préstamos del Banco, así que me quitaron la casa de mi abuelo. Así fue como mi sueño de escribir se rompió, terminandose en donde estoy ahora para mantenerme en pie —explicó con desgana, enterrando aún más su rostro en el cuello del hombre, quien la escuchó atentamente.

En ese punto, ya no se trataba de confianza para contar aquello, o buscar el lugar indicado, se trataba de la vulnerabilidad y cansancio, el desear ser escuchada aunque sea una vez y ser consolada. Kagome sentía que cada vez estaba más sola.

—A pesar de aparentar que todo está bien, aún cuando sonrio, el pasado me persigue. Por eso mi cautela constante; soy una sobreviviente —terminó de hablar, soltando un largo suspiro que chocó contra la piel de su jefe.

Sesshomaru entendió que tenían más cosas en común de las que pensaba, por lo que se aferró más a la azabache. Por primera vez, sintió que alguien al fin lo complementaba. La necesitaba.

—Descansa, azabache —fue todo lo que dijo, mirándose en el espejo de cuerpo completo a un costado de la cama.

Ella lucía tan bien con él. Encajaba perfecto en sus brazos, por lo que el peli-blanco se cuestionó si debía quitar ese espejo cuando sintió la respiración tranquila de la chica.

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Frunciendo el ceño, Kagome se sentó en la cama cuando el sol le daba directo en el rostro. E indagó el lugar con la mirada antes de orientarse y recordar porqué estaba en ese cuarto tan minimalista. Cubriendo su rostro con sus manos, soltó un suspiro audible lleno de incredulidad.

Aunque odiaba admitirlo, había podido desahogarse un poco, e incluso durmió de maravilla porque no había tenido ninguna pesadilla para su extrañeza. Tal vez Sesshomaru tenía razón y sólo necesitaba dormir con alguien para acompañar la soledad y evitar los malos sueños.

Mi amuleto de la suerte. Sonrió levemente, saliendo de la cama solitaria cuando vió el reloj en la pared.

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A pesar de haber dormido en su habitación, tras arreglarse, no lo volvió a ver en un largo rato. Los empleados incluso le dijeron que su jefe estaba rondando por la mansión, pero la azabache no se lo cruzó ni una vez. Era extraño como funcionaba el destino; cuando no deseaba verlo, siempre estaba allí, pero ahora no había rastro de su existencia.

Suspirando, se resignó cuando se presentó la hora de irse de la mansión durante un rato según lo acordado. Dirigiéndose hacía la puerta, la empleada estuvo apunto de tocar la perilla, sin embargo, alguien desde afuera la abrió primero, deteniendo en seco la salida de la azabache.

Una mujer hermosa, de cabello blanco y mirada dorada se encontró en el umbral, tan idéntica a alguien que conocía que no se necesitaron palabras para descifrar de quien se trataba. Incluso su aura y mirada intimidante era parecida a la de él.

Abrumada por la nueva presencia, Kagome dió un paso atrás, chocando contra un cuerpo formido que detuvo su lejanía, manteniendola en su lugar cuando el brazo del hombre rodeó su cintura.

—Madre —dijo Sesshomaru con disgusto, creando un escenario aún más tenso.

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—Kuikuiry.

He's |Sesshome| |Libro 1#|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora