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Otra noche más donde la oscuridad de mí habitación es mí única compañía.
He tratado de llenar ese vacío, he tratado de evitar el dolor, de ignorar y olvidar pero ya he olvidado de cuando fue la última vez que salí de estás cuatros paredes.
El sufrimiento que siento, la angustia cada vez es peor, ya no se que hacer.

Como pude me levanté de la grande cama en la que estaba, me mire en el espejo que se encontraba en una esquina de la habitación, una tez pálida, un largo cabello blanco, unos ojos esmeralda, un cuerpo robusto y grande, se reflejo en ese gran espejo.

¿En qué me he convertido?– pensé.

Parecía más un cuerpo muerto sin vida que otra cosa. Frustrada me volví acostar, mí mente empezó a viajar lejos, recordando poco a poco lo que he vivido.

Todas las miradas estaban sobre nosotros, pero la que más me importaba ni me miraba, aún así me sentía orgullosa de lo que había logrado, había podido derrotar al monstruo que había herido a muchas personas esa tarde.

Me le quede viendo esperando un alego de su parte pero no hubo nada, ni palabra ni mirada, él simplemente se le quedó viendo a mí hermana gemela que estaba herida por culpa de esa bestia.

"Quizás después me felicité" pensé, un pensamiento ingenuo de una niña de diez años.

Pero lo que pensé que había sido un logro para los demás personas fue un error.

"Si ella hubiera actuado antes su hermana no estaría en esa situación" dijeron algunos.

"Lo hizo a propósito, siempre odio a su hermana" afirmó otra voz.

"Tan solo mirenlas son tan distintas"

"Ella siempre quiso dañar a la joven dama"

"Ahora lo hizo sin esfuerzo"

Sin poder creer lo que me decían, lo vi a él esperando a que callara esas personas pero en cambio me miró fríamente, con decepción.

"Vuelve al Ducado" fue lo único qu me dijo, solo asentí con la cabeza y me di la vuelta, antes de irme mire al Rey e hice una reverencia. 

Y lo único que salió de mí boca por primera vez en mucho tiempo fue –Que el Sol lo guíe por el camino correcto y que la Luna este siempre detrás de usted, bendita sea la corona que lleva sobre su cabeza, Rey mío.– y desde ahí nunca más hablé.

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