CAPITULO CUATRO.

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Actualmente.

- ¿Otro de tus transes? – Audrey me mira con interés. Miro hacia otro lado para no mostrar las emociones que me produjo recordar mi pasado.

- No, solo... pensaba. – me siento incomoda y expuesta, hace muchos años que no me veía vulnerable frente a nadie.

- ¿Porque te pierdes en tus transes?... bueno, digo que no es algo común y sería bueno que consultaras al médico.

- Esto no es algo que la ciencia pueda solucionar, Audrey. Aprendí a vivir con esta maldición, además sin ella no tendría idea que me depara el futuro.

- Bueno, entonces si vez partes del futuro, ¿porque no me dices algo de mi futuro? algo como: ¡nena le pegaras al gordo de la lotería!

- Tú no compras la lotería. Y si le pegas al gordo seria a George el que vende lotería cerca al campus, he visto cómo te mira. – suelto una carcajada al ver cómo pone mala cara y me saca la lengua. –en todo caso no funciona con las demás personas, solo conmigo y mi... - Me interrumpo, nadie puede saber que tengo una hermana. - ... es complicado. – ella guarda silencio y me mira con cautela, luego como si nada cambia la cara y me sonríe de oreja a oreja.

- ¿quieres otra Coca-Cola?

- No, gracias. – Se sienta frente a mí y me mira fijamente, siento que mi piel se eriza y sé que cuando esto ocurre no está nada bien.

Voy a hablar cuando un fuerte golpe se escucha, seguido de un grito y varios disparos. Corro y cojo a Audrey por el hombro tirándola al suelo la protejo con mi cuerpo, varios disparos entran por las débiles paredes e impactan en todos lados rompiendo cristales y demás cosas. Me levanto, cubriéndola con mi cuerpo y rápidamente la empujo al baño y cierro la puerta, trancándola mentalmente: esa fue la única habilidad que no lograron quitarme al exiliarme. Audrey golpea y grita de forma histérica:

- ¡Amelia! ¡Amelia! ¡no me dejes aquí, te van a matar!

- ¡Cállate! ¡también te mataran a ti!

Giro sintiendo un punzante dolor en mi costado izquierdo, miro y hay mucha sangre corriendo empapando mi blusa y mis jeans. Estoy furiosa, eran mis jeans favoritos. No pueden matarme, soy malditamente inmortal, pero aun así pueden herirme. Los disparos han cesado, camino lentamente hacia la salida. Escucho pasos, de pronto la débil puerta es derribada y un hombre alto de cabello castaño y ojos negros atraviesa el umbral, tiene un arma es una Glock, pongo una mano sobre mi costado y finjo sentir el dolor más terrible del mundo.

El hombre camina hacia mí, me toma del cabello y me tira al suelo, se sienta junto a mí y me pone el arma en el pecho quemándome con su calor.

- Lindas tetas dulzura – su voz es ronca y molesta. Lo fulmino con la mirada y me quejo de dolor. – vamos a hacer esto más fácil, vale.

- ¿Qué quiere de mí? – jadeo.

- ¿de ti? No, no nena. Quiero a tu amiga, por ella es porque estoy aquí, no sé quién eres. – bueno... eso definitivamente ha desinflado mi ego. No me quiere a mí, quiere a Audrey.

- ¿Quién es usted? – el veneno y odio que destilan mis palabras no se compara con nada en este mundo.

- Eso no importa, lo que importa es saber dónde está Audrey Henley. – acerca el cañón de la glock y lo pone en el canalillo de mis pechos – eres una ricura, podría hacer maravillas contigo, pero ese millón de dólares que está esperándome por mi trabajito vale más que estas tetas... – baja el arma rastrillando mi cuerpo hasta mi monte de venus. – y ese montecito.

Matriarcas Del InframundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora