CAPITULO DOS.

19 0 0
                                    

-Este me encanta – dice Audrey tomando un jean dos tallas más grande que la suya, y para ser sincera una cosa asquerosa. De un azul descolorido y lleno de huecos. ¿en qué se convirtió la moda? ¿Dónde está la elegancia y el glamour de antes? 

-¿Por qué no intentas con otra cosa? Ese jean es... bueno... – incomoda en tres... dos... uno.

-¿Horrible, verdad? – dice dejándolo en la percha con un suspiro.

-¿Por qué te escondes bajo esa ropa tan asquerosa? Sabes que eres muy bella... no entiendo. – Audrey baja la mirada con tristeza, le tomo el mentón y la obligo a mirarme a los ojos, está llorando. Con mi pulgar le quito las lágrimas y le acaricio el rostro. – puedes contármelo, no te juzgare. - Después de lo que parecen horas, suelta un suspiro de cansancio y se dispone a contarme.

- Cuando entre a la universidad era completamente distinta, tan diferente a lo que soy ahora, yo pertenecía a la banda de Miranda, a las perritas falderas como tú las nombraste. – dice con una sonrisa triste -  Era una celebridad entre las mujeres de la universidad, me vestía de forma provocativa y tenía al chico que quería, era popular hasta tal punto que Miranda se sintió amenazada y me vio como la competencia. El día me mi cumpleaños número diecinueve organice una fiesta, habían muchos invitados entre ellos la pandilla de Miranda y Miranda, ella vio la oportunidad perfecta para dañar mi popularidad y le pago a unos jugadores de futbol para que me embriagaran, se acostaran conmigo y me tomaran fotos. Yo no recuerdo nada, al otro día me levante desnuda en mi habitación sola y desorientada. Cuando llegue a la universidad la gente me miraba y se susurraban entre ellos. Yo no entendía lo que pasaba, hasta que llego un mensaje a mi celular, eran las fotos: en todas estaba yo desnuda y había dos hombres a mi lado también desnudos, me tocaban y besaban. Reconocí uno como Sebastián Archer y al otro como Jay Keller. Me llamaron a la oficina del decano y este intento expulsarme, pero mi padre hablo con él y lo convenció de que me sancionaran unos días. Mi padre me quito toda ayuda, me echó de la casa, solo me paga la universidad. Pero vivo en una habitación y trabajo en un bar para poder pagarla. No es tan malo. – me da una media sonrisa que parece más una mueca. Me siento mal por ella, una mujer nunca debe pasar por estos abusos. Eso me trae malos recuerdos. si tuviera mis poderes ya habría despedazado a Miranda y a esos estúpidos abusivos.

-¿y no pusiste una denuncia por abuso? Lo que ellos cometieron fue una violación y lo sabes. – estoy furiosa y con ganas de asesinar.

-Lo intente, pero ellos dijeron que yo fui quien me ofrecí y como estaba ebria no le prestaron atención a la denuncia, me vieron como una universitaria que se embriaga y se acuesta con cualquiera. Desde ese día no volví a vestirme bien, solo utilizaba pantalones anchos y camisetas grandes para ocultarme, ya habían visto suficiente de mi cuerpo. Miranda misma me confeso todo lo que había hecho y me lo restregó en la cara por meses, hasta que se cansó, bueno en realidad fue hasta que tu llegaste. Te vio como la nueva competidora y se concentró en ti. – eso ultimo lo dice con una voz triste y cansada. 

-Eso que te sucedió fue horrible, pero no debes tirar a la borda tu vida por una estúpida que no tiene más para hacer sino creerse la reina del mundo y andar fastidiando la vida de los demás, eres muy hermosa y es hora de que vuelvas a vestir como mujer y no como.... Bueno creo que la forma en que te vistes es tan mala que no tiene clasificación - ella suelta una carcajada y me abraza, yo no estoy familiarizada con los abrazos y me quedo quieta sintiendo sus frágiles brazos rodearme, se separa rápido y más animada. 

-¡vamos a comprar ropa de verdad! – grita y sale como un huracán de la tienda en la que estábamos dejando a la vendedora con la boca abierta y cara agria. Yo solo me puedo disculpar y salir riendo de forma disimulada.

*****

-Que pase el siguiente – dice mi padre mientras alza la mano y toma su copa de sangre, de un trago se bebe todo el contenido de esta. Un hombre de aparentemente cincuenta años entra con paso lento, cuando llega a nosotros se inclina con respeto hacia mi padre y a mí me mira con temor, lo miro a los ojos y rápidamente él baja la mirada. Solo se dirige a mi padre.   

Matriarcas Del InframundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora