CAPÍTULO CINCO

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Audrey silva al ver la majestuosidad de mi apartamento, desde que salimos de esa pocilga no ha dejado de agradecerme por la ayuda, ya hasta parece un disco rayado.

- Woow Lia, parece que quien le ha pegado al gordo de la lotería has sido tú. – Camina con cuidado como si su presencia fuera a causar algún daño.

- Nena, George se guarda para ti. – Voy a la nevera y saco algo de comida congelada para ponerla en el microondas. – siéntete como en tu casa, la cena estará lista en... - ¡Bip! - ... Ya. – Sirvo la comida en platos y camino a la pongo en la encimera de granito negro frente Audrey. - ¡Vamos chica! ¡Come! Pareces un palo.

- No estoy como un palo, estoy fitness. – Responde cruzando los brazos sobre sus pequeños y desnutridos pechos, definitivamente le falta subir de peso.

- Si claro, ser fitness no es que se te vean las costillas por alimentarte con Dios sabe que comida. De ahora en adelante comerás bien y también iremos con el médico para que te hagan un chequeo, no quiero saber que hayas cogido alguna enfermedad en las condiciones que vivías. – Me mira herida y... ¡Mierda! La he cagado, yo y mi estúpido filtro verbal. – Oye no lo digo para que te sientas mal, pero debes ser consiente que no estabas en la mejor situación, la humedad de ese lugar es fatal no te quiero ver enferma. – Parece que he suavizado lo dicho anteriormente, me da una sonrisa sincera y se sienta a devorar lo que le ofrecí, me da gusto verla comer, me siento protectora con ella, es como cuando estaba con Linda y nos cuidábamos mutuamente, y para ser honesta la extraño, no quedamos en los mejores términos después de... eso.

- Enserio Lia, ¿de dónde sacaste para este lugar? – Se está volviendo bastante preguntona. Formo una línea con mi boca y luego de esa mirada de insistencia que me da me rindo.

- Ya te dije que me dejaron una buena herencia, reinvertí el dinero y gane más dinero y así sucesivamente he estado estable económicamente, fin. – Se ve satisfecha con lo dicho y no pregunta más, cuando terminamos de cenar la llevo a su habitación para que se ponga cómoda y organice sus cosas.

- ¡Es hermosa! ¡Y grande, muy grande! Mi antiguo apartamento era de grande como el baño. – Eso lo dice más para sí misma que para mí, bufo ante el eufemismo del asusto y le explico cómo funciona todo.

- Este es el baño, tiene cabina de ducha y tina, las alcachofas de la ducha funcionan así; para agua caliente y agua fría, esto no se para que sirve y te sugiero no intentes averiguarlo, no queremos terminar con el apartamento inundado. Acá se guardan las toallas, acá los útiles de aseo y todo lo que se requiera. Sígueme. Este es el vistiere, llénalo con lo que quieras, acá hay cremas y lociones corporales, mañana compraremos el maquillaje y lo que necesites, junto con ropa nueva y zapatos, nada de lo feo que tienes te lo pondrás en mi presencia, o te desnudo en la calle, y no me mires así que enserio lo hare. – Se ríe divertida. - Volverás a ser cuidadosa con tu aspecto y no le darás gusto a esas perras del campus para que te fastidien. – Me mira con algo de duda pero luego con determinación asiente. – Siéntete cómoda en tu habitación, mi única regla es no traer desconocidos acá, de resto estás en tu casa. – Ante su clara duda continuo – Y no, no pagaras un centavo por vivir acá, lo único que te pediré es mantener el orden y el aseo, aunque los lunes y los jueves viene alguien a hacer el aseo pero nunca se sabe...

- Gracias, muchas gracias. – Me está abrazando y llorando que me siento incomoda, muy incómoda. Le palmeo la espalda y susurro un de nada, separándome de ella.

- Me iré a dormir, descansa. – salgo como alma que lleva el diablo y escucho un chillido de felicidad, sonrió complacida.

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Matriarcas Del InframundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora