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En serio tenían un problema con los apodos

Al cabo de una hora nos quedamos dormidos uno junto al otro, hasta que sonó algo.

No fue mi teléfono, ese tono no era el mío.

Al darme cuenta de que Alec no estaba, decidí contestar.

—¿Hola? —nada—, ¿Hola?, ¿Hay alguien ahí? —silencio total, así que decidí colgar.

Pero volvió a sonar, eso me hizo enojar.

—¿Quién es? —se escuchaba como un suspiro agonizante del otro lado de la línea. Eso me asustó—, ¿Quién es? ¡Díganlo ahora! —justo cuando iban a responder, entró Alec y me quitó el teléfono de una forma demasiado brusca de su parte.

—¡Hey, cálmate! Lo siento, es que te fuiste y empezó a sonar. No era mi intensión ser una chismosa —pareció más calmado y me regaló una sonrisa.

—¿Quieres que nos vayamos? La verdad, es que odio las fiestas o las aglomeraciones de gente, solo acepté porque tú me invitaste. Si hubiera sido una de tus amigas raras, no hubiese venido —eso me hizo gracia.

—Claro, ¡vámonos de aquí! de todos modos, ni se darán cuenta de que no estoy —hice un gesto para restarle importancia y él sonrío.

—¡Perfecto! ¿Te parece si vamos por algo de cenar? La verdad, es que me estoy muriendo de hambre desde que llegué, la comida que tienen aquí es asquerosa.

Bueno, no era que no esperara eso, pero aun así dolió.

—Yo la hice para ti —empezó a mirar a todos lados tratando de arreglarlo, pero la verdad es que tenía razón, no era una maestra de la cocina y esa comida no era la excepción—, sé que es horrenda, pero no tenías que recordarlo —eso le causó gracia y así salimos de la fiesta.

Mientras bajábamos, me di cuenta que ya no sonaba la música, ni las voces de los demás, eso se me hizo raro, apenas eran las 11:30.

Cuando bajé el último escalón tuve que tomarme del barandal, ¡No lo podía creer! Rebe, Tay, Michael, Alex, Nicholas, Tomás, los iniciados de primero.

Todos muertos.

Pero, ¿Qué carajos pasó aquí?

Todo me daba vueltas, no podía pensar bien, sentía como se me cortaba la respiración, como me temblaban las manos, como las náuseas amenazaban con salir. Pero lo que más me sorprendió fue ver a Alec, tan tranquilo en la cocina, como si nada de esto fuera real, como si solo estuviera pasando en mi cabeza y todos estuvieran bailando normalmente.

Lo malo es que sí era verdad lo que estaba viendo, todos estaban en el suelo; no tenían pulso, algunos tenían rasguños y golpes, estaban llenos de sangre, sus ropas y cabellos hechos un desastre, ¿Y Alec? Bueno él acabando con todo lo de la cocina.

Hasta que se volteó y me vio en schok.

—¡Ah! Eso. Sí bueno, te lo iba a decir, pero, ya que te diste cuenta, los maté —lo dijo sin más y siguió comiendo tranquilamente.

—¡¿QUÉ?! —fue lo único que pude decir.

—¡Vamos! Eran unos tontos, solo estorbaban. Además, nadie se dará cuenta; esconderemos los cuerpos, nos desharemos de ellos, limpiaremos todo y después nos iremos a Alemania con mi hermana. ¿No te parece lo más genial? —lo dijo tan rápido que no pude procesarlo del todo.

Estaba... ¿sonriendo? Tenía que estar bromeando, ¿verdad?

—Estás loco si crees que haré eso; yo no voy a deshacerme de ningún cuerpo, ni limpiaré nada, ni me iré a ninguna parte contigo —estaba empezando a asustarme cuando lo vi venir a una velocidad abrumadora.

Fuimos Nosotros Donde viven las historias. Descúbrelo ahora