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Quisiera que me eligieras a mí

Alec.


Habían pasado unas 12 horas desde mi pelea con Lizzie. La verdad, es que sí estaba enojado, me enojaba que pensara que para mí, ella solo fuera un juego o un tonto capricho, pero ¡No! Ella era mucho más que eso, no existían ni sabía las palabras correctas para decir lo que significaba para mí.

Pero eso ya no valía de nada en estos momentos.

Me decidí en salir a buscarla para disculparme por mi estupidez de la mañana, así que fui a su habitación, pero no estaba. La busqué por los jardines, en la cocina, la sala del comedor, en la mesa del té y hasta en el puente llegando al lago, pero no estaba. Empezaba a preocuparme de que se hubiera ido en serio, no es que lo le hubiera creído que tendría las agallas de hacerlo, pero estábamos en medio de la nada, ¿cómo iba a irse?

Busqué mi teléfono y encendí el GPS —sí, le había puesto un GPS, no podían culparme, me preocupaba que algo como esto pasara—, decía que estaba a unos 600 metros de la casa. Tomé el auto y conduje lo más rápido que pude hasta la dirección dada en el GPS, estaba caminando por la calle, sola.

—¡Hey! —le grité— ¿Por qué no subes al auto y tratamos de arreglar esto? Como personas civilizadas, Lizzie. 

Me ignoró y siguió con su camino.

—Créeme que no tengo tanta paciencia como parece, así que si no subes ahora, ¡Yo mismo te voy a subir al maldito auto, Lizzie! —esta vez sí me miró, pero fue con desagrado y enojo.

Me sacó el dedo, esa fue su respuesta. 

—Y, ¿Qué crees que va a pasar?, ¿Que voy a subir al auto, escucharé tu discurso y luego iremos a echar un polvo en tu habitación? Estás muy equivocado, Alec. Es mejor que des vuelta y te vayas, ya me cansé de esto. —debía de estar bromeando, no lo soportaba más.

Me bajé del auto y tal como dije, la agarre por debajo de los muslos, me la subí a la espalda y la metí al asiento del copiloto. Le abroche el cinturón, me puse en marcha y me fui.

Sabía que no era el mejor lugar para llevarla, pero viendo cómo estaban las cosas, la verdad es que me importaba un carajo. Sabía también que Hannah, no lo aceptaría, pero bueno, Hannah nunca aceptaba nada y menos algo que tuviera que ver con Kathe. Ella no lo entendía y nunca lo haría, tampoco la culpaba, no sabía nada; así que eché todos esos pensamientos a un pozo sin fondo en mi cabeza y me dirigí directo a ese lugar, ese puto lugar que quería quemar cada vez que lo recordaba.

—¿A dónde me llevas? —la voz de Lizzie me sonó lejana, pero no le di mucha importancia.

—Ya lo verás.

Y sin más, me dirigí al último lugar donde hubiera querido estar hoy que no fueran las sábanas de mi cama cubriendo el cuerpo desnudo de Lizzie.

Lizzie.

No sabía con exactitud a dónde se suponía que me llevaba Alec, pero bueno, ¿Qué más podía hacer?

Nos adentramos a un pequeño bosque, donde habían árboles que nunca había visto en nuestro pueblo, eran de colores, algunos azules, otros morados, rosas y uno que otro amarillo o naranja. Lo peor de todo era que, conocía esos árboles, se me hacían familiares de cierto modo.

—Tienes un problema con los bosques secretos.—le decía a Alec mientras nos adentrábamos a aquel bosque donde pasamos la primera noche juntos.

Fuimos Nosotros Donde viven las historias. Descúbrelo ahora