Secreto 1- Mi mejor amigo.

783 90 37
                                    

Leo es mi amigo desde que tengo memoria, éramos muy pequeños para recordar nuestro primer encuentro, teníamos menos de tres años según nos contaron nuestras madres, pero aun así mi primer recuerdo de mi tierna infancia es de él.

Su cabello cobrizo y rizado estaba revuelto y lleno de arena, sus ojos verde oscuro estaban rebosantes de alegría mientras me miraba. Tenía algunos raspones y le faltaba un diente, algo bastante llamativo cuando él se encontraba sonriendo de oreja a oreja sumamente feliz.

Ese día habíamos decidido competir en la playa para ver quién atrapaba un cangrejo primero. Leo siempre ha sido muy competitivo con las apuestas, así que cuando aposté darle mi paleta de jugo de limón se motivó todo lo posible para un niño de cinco años y luchó con la arena hasta atrapar aquel gran cangrejo que en mis recuerdos sostenía en su mano. Siempre ha sido así y para mí, su actitud es tierna.

Muchos suelen decir que no comprenden cómo podemos ser amigos, que aun conociéndonos desde la infancia es muy raro debido a nuestras obvias diferencias, y es que aparte de lo físico, algo destacable cuando yo soy de un rubio natural bastante pálido y unos ojos café claro que llegan a ser casi avellana, nuestra altura no es tan diferente, aunque en el último año yo le superé por unos cinco centímetros, llegando finalmente al metro ochenta que tanto deseaba, pero no es solo eso.

Leo es un niño introvertido y arisco con casi todos, detesta relacionarse más de lo necesario con alguien y no soporta que lo molesten, a no ser que sea yo. En cambio por mi parte soy más extrovertido, chistoso y amigable, suelo ser popular entre los estudiantes, sobre todo con las chicas, precisamente por eso. Creo que lo único que las personas nos ven en común a Leo y a mí es que ambos sacamos buenas notas en la escuela, pero eso se lo debo todo a él.

Muchas veces escucho la típica frase de "Seguro Leo es bueno en las clases porque Marcos lo ayuda", que gran equivocación. Si no fuera por él yo no sabría ni las tablas de multiplicar, pero cada vez que he intentado sacar a las personas de su error, Leo simplemente me toma del bazo y aleja de todo el mundo.

Por las ropas anchas que usa, nada que sea a la moda, uno pensaría que es flaco y débil, pero yo he comprobado su fuerza en esos jalones temporales o en los esporádicos juegos de manos cuando discutimos sobre qué película queremos ver o quién maneja el control remoto al quedarnos en la casa del otro, para nada es un chico débil. Lo he visto sin camiseta en los baños comunes de la escuela, recuerdo haberle preguntado cómo desarrolló esos músculos firmes y marcados, pensé que sería una respuesta interesante la que me daría.

— Estuve trabajando a medio tiempo en una empresa de mudanza, cargué muchas cajas pesadas, supongo que será de eso.

— Eeeeh— musité en su momento, totalmente decepcionado con la respuesta.

Mi cuerpo es del tipo que se mantiene definido, pero demasiado delgado pese al ejercicio que haga o lo mucho que coma, lo cual me hizo frustrarme durante mucho tiempo en mi vida. Ahora que lo medito, aquel día Leo también dijo algo extraño.

— Aunque me interesa saber— pronunció en voz baja acercándose a mí— ¿Qué tanto miras que me detallaste tan bien?

En su momento solo supe tartamudear sin tener una respuesta y fui salvado por el resto de estudiantes que llegaban sudorosos luego de educación física, él se alejó de mí y luego no volvió a tocar el tema, aunque yo juro que vi una pizca de frustración y enojo en su mirada.

De cualquier manera me importa muy poco lo que piensen los demás de nosotros, soy consciente que a veces parecemos ser muy cercanos y las personas lo suelen malinterpretar, pero es que en verdad somos cercanos. Quizás por eso me ha dolido tanto que en este último año de preparatoria nos hayan separado de aula.

Historias SecretasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora