Secreto 4- Mi disciplinado vecino.

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Observo con cierto grado de apatía la bebida que está delante de mí, es como mi cuarto vaso de whisky, algo que me preocuparía si no fuese necesario para mí salir un poco de mi realidad. Le doy un trago profundo en espera de que el alcohol logre obnubilar mis sentidos lo suficiente para no pensar. Estoy enojado, estos últimos cuatro meses han sido una locura.

Mi novia me dejó al enterarse de que soy bisexual, habíamos ido a una reunión de amigos a beber y el tema salió a colación. A mí no me importaba, no es algo que esconda, pero al parecer ella era de las pocas que no se había enterado de mis preferencias. Esa misma noche armó un gran berrinche dramático y desapareció. Esto no sería tan malo si su tío no hubiese sido mi jefe, lo que trajo consigo la destrucción de mi tranquilidad laboral.

Al parecer, por tener un contrato no pueden simplemente despedirme, pero sí hacerme la vida miserable hasta que cometa un error y tengan el motivo para echarme. Como si esto no fuera suficiente, mi arrendador nos ha dado una orden de desalojo a todos los del edificio porque va a remodelar el lugar, tengo mis cosas en cajas listas para largarme a vivir en mi auto, pues no consigo apartamento todavía.

Por eso estoy aquí un viernes en la noche, en un bar, sentado solo y bebiendo hasta el cansancio. No resolverá mis problemas, pero tampoco puede empeorarlos.

Tomo lo que queda de mi vaso y le hago señas al barman para que me traiga otro. Mientras espero, repaso con la mirada a todos los presentes, observar a las personas a mi alrededor es una manía que se me quedó de cuando era adolescente y todavía jugaba baloncesto. Mis ojos quedan fijos en una pared varios metros enfrente de mí, es una pared espejo y puedo ver perfectamente mi reflejo.

Mi tez morena se ve varios tonos más oscura con esta luz amarilla que apenas ilumina, mi cabello negro azulado muestra tonos opacos, de por si tengo un aspecto fuerte y debido a mis rasgos afilados pero duros, suelen decir que doy la impresión de un felino letal. Normalmente pienso que son estupideces, pero con el alcohol corriendo por mis venas me parece que tienen un poco de razón.

El sonido del vaso siendo colocado delante de mí me saca de mis cavilaciones y sin pensarlo mucho le doy un trago. Siento como si alguien me estuviese mirando, así que sin sutileza paso la vista por el local nuevamente. Mis ojos se detienen en la mesa de la pareja que está delante de la pared que estuve mirando, el chico rubio con cara delicada me fulmina con la mirada. Me le quedo observando unos segundos, pensando en dónde lo he visto, estoy seguro de reconocer ese rostro delicado, ninguna respuesta llega a mi mente, así que desisto.

Doy otro trago a mi bebida, al parecer él y la chica pelinegra están discutiendo por algún motivo. Ella se ve alterada y él cada instante más molesto. Me limito a observar mi vaso sin darle mayor importancia, quizás se me quedó mirando porque también sintió que me conocía de algo. Estoy volviendo a beber cuando siento la vibración de mi celular.

— ¿Qué sucede?— respondo sin molestarme con cortesías, Tiago es un amigo de cuando la escuela, solíamos discutir muy a menudo y siempre andábamos compitiendo, pero nos llevamos bien.

— ¿Dónde estás, Daikel?— pregunta.

— En un bar, bebiendo hasta caer— afirmo sinceramente, escucho como suspira cansado y me lo puedo imaginar perfectamente, su mirada dura de reproche, su cabello rojo oscuro siendo alborotado por sus manos, una maña que tiene cuando está frustrado.

— Te pedí exclusivamente que no hicieras eso hoy— me acusa, y tiene razón, recuerdo esta mañana cuando me comentó que salía temprano del trabajo y deseaba que fuera a cenar a su casa.

— Todavía estoy bien— le aseguro, me siento algo achispado, pero puedo controlarme.

— Claro— puedo distinguir su sarcasmo, pero decido ignorarlo, me bebo el final de mi vaso y le señalo al barman para que traiga otro— te he hecho la cena, además si quieres olvidarte de tu vida de mierda…creo que yo tengo otras formas.

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