Capítulo 1 - La miseria

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«Debo ser fuerte» pensé mientras me encontraba sentada en la cubierta inferior de un barco sucio y desgastado, estaba repleto de esclavos iguales a mí que se dirigían a un pueblo que desconocía. Resultaba extraño para algunos de ellos viajar en un barco negrero como lo llamaban las personas blancas, sin estar encadenados y sufriendo durante todo el recorrido, por suerte yo no viví nunca esa situación. Se escuchaba el fragor de las velas que se desplazaban con el viento que invadía al barco en ese momento, sentir el sonido del océano chocando contra la madera era único y era algo nuevo para mí. Sentía que el olor a la madera mojada que azotaba con las olas era el aroma de la libertad.

Estaba yéndome de un lugar que no quería volver nunca, extrañaba a mi padre y a mis hermanas, solo podía pensar que tal vez nunca podría volver a verlos y me hacía sentir mal, mi rostro se convertía en un mar de lágrimas.

Habíamos logrado escapar gracias a un amigo de Jhon, este último no era cualquier hombre que había conocido, era un hombre blanco y no era acaudalado, además, tenía muchos contactos que apoyaban su pensamiento y lo veían como una persona que podían confiar. Quería irse de Jamaica, pero también quería ayudar a las personas en la plantación que no teníamos una vida digna.

El escape tampoco fue nada fácil, me desperté a las dos de la mañana, mi hermana ya no estaba en la barraca que era como lo llamaba el patrón. Eran varias piezas hechas con barro y algunos ladrillos que sobraban para cada grupo de esclavos y se encontraban pegadas una al lado de otra. Eran pequeños, sin embargo, no quedaba de otra que vivir en esas condiciones. Sospeché que mi hermana ya se había ido para el barco y esperaba que en realidad lo hubiera hecho. Salimos varios esclavos de distintas familias escondidos entre la caña de azúcar de la plantación, incluso algunos arrastrándose, sin embargo, todos íbamos separados, porque sabíamos que algunos de nosotros podían tener la mala suerte de ser capturados por uno de los secuaces del patrón. La plantación estaba bien vigilada y era lo correcto, no iban a dejar escapar sus materias primas, su fuente de ganancia, nos veían así y sigo pensando que es comprensible. Si yo tuviera en ese lugar de privilegio tal vez opinaría igual, es algo que brota de nuestra especie, el narcisismo, el egoísmo, el profundo interés por nosotros mismos.

En medio del camino pude escuchar gritos, supuse que eran de algunos esclavos de la plantación. En ese momento pensé, nos hemos convertido en unos rebeldes, en unos maroons como nos llamaban ellos y recordaba la vez que vi a uno en el pueblo. Me recomendó que intentara escapar y que me fuera con él. Ellos vivían en las montañas. En ese momento no lo considere porque quería irme a un lugar mucho más lejos, quería enfrentar mi vida sola porque sabía que lo lograría en otro sitio. Igual tarde o temprano mi familia saldría de esa vida terrible, el sistema estaba cambiando y tal vez la esclavitud terminaría para todos, según los rumores. No quería fiarme de eso, por eso decidí escapar. Cuando llegamos a la orilla nos esperaba un barco, al principio desconfié, porque era un barco de esclavos donde nos transportaban en ellos como su mercancía, pero no me quedaba de otra y me adentré en el.

Una persona de la plantación de donde yo venía se encontraba en el mismo barco, se me acercó y se sentó al lado mío.

—Ya estamos yéndonos de la plantación, no te preocupes —dijo el hombre, se lo veía muy curtido por el trabajo y era delgado como una aguja envuelta en arrugas. Supuse que seguía trabajando bajo el sol intenso de Jamaica y no debería ser nada fácil para un hombre de su edad.

—Lo sé, era nuestra oportunidad de irnos, tal vez no se volvía a repetir. Pobre mis dos hermanas que decidieron no venir.

Mis ojos se fueron hacia el piso frío del barco, les deseaba todo lo mejor a ellas en mi mente, que su futuro fuera tan libre como el que me esperaba a mí.

La Emancipación de TaniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora