Epílogo

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Cuando tenía seis años me juntaba con mi padre en la plantación y me sentaba entre la caña de azúcar mientras él cultivaba, me contaba historias que habían vivido otras personas. Él nunca había sido rebelde hasta el incidente que sucedió años después. Una de las cosas que él me comento hace tiempo, nunca le había prestado atención hasta ahora.

—Hija, te voy a contar una historia que la aprendí de mi padre que también fue esclavo como todos nosotros. Era una fábula que él siempre me contaba de una familia de castores que estaba formada por padre, madre e hijo. Sus padres eran rezongones y estaban hartos de las tradiciones familiares, siempre les decían que tenían que enseñarles a sus hijos como usar sus habilidades para preparar la madera para el hogar. Ellos no querían enseñarle a su hijo que a su vez era muy holgazán, no servía ni para ir a buscar alimentos e incluso sus dientes que eran esenciales para trabajar la madera no sabía utilizarlos. Transcurrió el tiempo y los padres sé hicieron viejos. La madre le dio la orden de reparar la madriguera y no supo cómo hacerlo, el castor holgazán no lo hizo, eso llevó a que más adelante en el tiempo se les rompiera todo el hogar. Fallaron como padres. ¿Sabes por qué te cuento esto? —declaró mi padre seriamente mientras cultivaba la caña de azúcar.

—No lo sé —expresé ingenuamente.

—Tenemos que enseñarles a nuestros hijos como enfrentar la vida, incluso cuando nosotros sacrifiquemos cosas para que nuestros hijos mejoren. Eso es ser un padre o una madre. Por eso yo me comportó relajadamente en la plantación, cuando veo algún compañero revelándose frente al patrón, pienso en ustedes, yo no puedo estar haciendo eso porque podría afectarlos. Esta historia esperó que te quede en la memoria, si algún día eres madre debes recordar esto porque toda acción que hagas repercute en el futuro de ese niño...

Al recordar esa historia, extraño a mi padre, tal vez si él hubiera estado para recordarme esta historia, no hubiera fallado con Édgar.

Tuve una vida llena de oportunidades, de ser una mejor persona, pero la desconfianza, los celos y el resentimiento me cegaron. Después de lo que le hice a Jhon seguí frecuentándome con Eric, pero no era lo mismo, nunca lo fue, era solo una aventura que se alargaba, que no dejaba nada en mi corazón.

Pasaron muchos años desde aquel día que impedí que Édgar se fuera, él ya no está más en el orfanato y cometió muchas atrocidades imperdonables. Sé que fui yo la culpable en gran parte, él utilizaba mis palabras para moldear su vida y no le sirvió para nada, únicamente para hacer mal, fui yo que le enseñé al escucharme en la cocina, generé en él pensamientos caóticos. Tendría que haberle permitido irse con esa familia de dinero, su vida hubiera sido totalmente diferente.

No solamente le fallé a Édgar, también se lo hice a mi padre que fue lo mejor que tuve en mi vida y no lo valore.

Ahora envejecida y solitaria en este orfanato aprendí de mis errores y no los volveré a cometer. Sé que ningún niño de este hogar saldrá con esa maldad que yo generaba con mis palabras.

La Emancipación de TaniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora