Capítulo 5 - Errores

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En ese día iba a cometer varios errores en mi vida, pero uno de ellos iba a ser uno de los más grandes.

Eran las cinco de la tarde y Carla vino con un chisme, yo me encontraba en la cocina.

—Tania, vine a comentarte algo, no obstante, no es para que te desesperes —lo dijo un poco nerviosa.

—¿Qué sucede? ¿Le pasó algo a Édgar? —pregunté preocupada, aunque ese día estaba muy relajada.

—Me enteré de que la semana pasada Jhon estuvo con una del orfanato, bueno de este, parece que sale con muchas.

—¿Cómo? ¿Y cómo yo nunca me enteré? —pregunté enojada.

—Ya se sabía, el problema es que estás siempre con Édgar. Eres sobreprotectora, ya aprovecho y te comentó sobre esa actitud que tienes —expresó Carla, yo estaba enfurecida.

—¿Cómo es que sabes que salió con otras de otros orfanatos?

—Porque se comenta, aparte tiene un gusto particular, siempre sale con mujeres de tu raza y las mujeres blancas siempre comentan esas cosas. Pensé que no te iba a molestar tanto, es solo una aventura ¿No?

—No, no, no... es un imbécil, siempre mencionaba, las reglas de la vida, lo que él hace es jugar con las personas. Estamos ante el juego de la vida creado por él y manipula a toda mujer que se le acerca. Eso es lo que él hace —Carla se puso nerviosa, porque yo estaba entrando en pánico en ese momento, me sentía tan mal como la vez que lo vi con su hermana—, tengo que hacer lo mismo. Jugar con las mismas reglas que él, no puedo ser una perdedora, demasiado pase cuando era niña, demasiado. Todo tiene sentido en la vida y yo tenía que pasar por esto. Lo aprendí de la peor forma.

En ese momento agarré algo de dinero de la iglesia y me fui de ahí, subí a un taxi que justo cruzaba por la calle y me dirigí al bar que conocía gracias a Jhon. Mientras me iba Carla me gritaba que me quedara, pero ya era demasiado tarde, tenía que despejarme.

Cuando llegué al bar me senté en la barra y pedí un vaso de whisky, los hombres me miraban sorprendidos, era una mujer negra sola en un bar. La verdad que en ese momento no me interesaba lo que pensaran los demás, yo decidía lo que hacía con mi cuerpo, nadie me iba a decir que podía hacer y que no.

El dueño del bar llamado Eric comenzó hablarme:

—Parece ser que tienes un mal día.

—Supongo que como la mayoría de los que están aquí —manifesté con determinación y enfado.

—Creo que alguna vez te vi por acá... —lo interrumpí.

—Sí, hace años vine con Jhon. Ahora estoy aquí porque era el bar que recordaba, no estoy acostumbrada a frecuentar lugares como este, disculpa si te ofendo —mencioné mientras el alcohol del whisky me quemaba la garganta.

—Se ve que eres una mujer fuerte y madura —expresó Eric.

—Los años no han pasado solos, me han traído una carga muy pesada como la esclavitud, pero supongo que muchos cargan con algo —Eric se me acercó.

—A mí me gustan las mujeres así, con esa actitud fuerte —declaró él, lo miré bien y tenía buen aspecto, además lo recordaba, no había cambiado tanto.

—Tal vez deberías conocerme más a fondo —dije con los efectos del alcohol.

—¡Ah! Me has sorprendido, no existen mujeres como tú.

Seguí bebiendo mientras Eric me controlaba, recuerdo que después fuimos a la casa al lado del bar y pasé la noche con él, no fue tan placentero como con Jhon, no obstante, hay un dicho «un clavo saca otro clavo» y en ese momento me parecía sabía esa frase.

La Emancipación de TaniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora