Capítulo 2

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Ian Wells

-Te amo- susurra.

-Francamente,- respondí- no me importa un carajo.

-Tengo una familia de abogados- dijo a la defensiva- No permitiré el divorcio sino me llevó tu fortuna conmigo.

Guardé silencio, demostrando lo mucho que me preocupaba el asunto.

Oí su llanto al otro lado de la línea telefónica.

-¡No me puedes hacer esto!- gritó - Estamos destinados a estar juntos, no permitiré que nada me aleje de tí.

-Medicate- dije como despedida antes de colgar.

***

Mentiría si dijese que aún me dolía pero la verdad es que siempre había sido realista, las traiciones solo llegan de aquellos en los que confiamos.

Como un tonto me había permitido enamorarme y como un increíble idiota lo había hecho por la mujer más demente de todos los Estados Unidos.

Jamaica, conocida de la infancia, que no dudó en sumergirnos en un romance que rozaba la locura y basado en mentiras.

Cuando por fin me decidí a abrir los ojos no dudé en pedirle el divorcio y ella como respuesta me amenazó con su familia llena de abogados.

Desde siempre me he caracterizado por mi poder y contactos pero no era mentira que los mejores defensores del país compartían su sangre.

Hablé con mi mano derecha, no me preocupaba perder la mitad de mi herencia en el proceso pero necesitaba deshacerme de aquella mujer y que me devolviera mi apellido de una buena vez.

-Busca un abogado- bramé- Alguien rápido y eficaz, que mantenga la confidencialidad y sea el mejor en lo que hace.

Charles asintió y no tardó en darme un nombre.

-Anwälte- dijo simplemente.

No hizo falta más que una de mis miradas malhumoradas para que se explicase.

-Es un bufete- respondió obvio- El mejor bufete del país.

-Bien-murmuré - entonces consigue que el abogado jefe lleve mi caso- ordené.

-Ese es el problema, no aceptan todo los trabajos, todos y cada uno de los casos son escogidos cuidadosamente, no llevarán un divorcio al tribunal, solo parecen encargarse de malentendidos con la policía, homicidio y situaciones puntuales.

Charles comenzaba a exasperarme.

-¿Insinúas que rechazaran al hombre más influyente de los jodidos Estados Unidos?

-Supongo que no- razonó para sí mientras abandonaba la sala.

Ya está, un problema menos.

***

¡Bam!¡Bam!

El ruido de los golpes contra el saco de boxeo no conseguía silenciar mis pensamientos.

Últimamente todo parecía ir mal.

En uno de los hoteles a mi nombre en California, había habido un incendio.

El asunto con mi futura exmujer todavía no estaba resuelto.

Y para colmo parecía haber surgido una nueva pequeña mafia que impartía la justicia por su propia mano.

Respondí un par de correos por el iPhone antes de dar por finalizado mi entrenamiento y dirigirme a la ducha.

El agua caliente relajó mis músculos pero  el vapor empañó los cristales, haciéndome sentir desprotegido ante un posible ataque.

Inspiré desesperado por calmarme.

La paranoia acabaría conmigo.

Aún así no bajaría el ritmo. Mantener a mis enemigos a raya y proteger a los míos era lo único que me hacía sentir vivo.

***

Ajusté el traje Armani sobre mis hombros y decidí no ponerme corbata.

Hoy haría arrepentirse al abogado que no se había dignado a coger ninguna de las llamadas de Charles para aceptar mi caso.

Conduje el BMW que utilizaba para la ciudad y sentí la vibración del motor pidiéndome acelerar.

El trayecto, como siempre, se me hizo demasiado corto.

Ojalá pudiese detener el tiempo al conducir.

Sería tan feliz.

Aparqué el coche frente al gigantesco edificio de cristal.

Y asegurándome de que Charles me seguía, hice que el portero me abriera las puertas.

Los guardias de la puerta me miraron desconfiados, casi amenazando con no dejarme pasar.

Claramente no sabían quién era.

Para ahorrarme un numerito me acerqué tranquilo a la recepción.

-Disculpa- llamé a la secretaria- ¿Dónde puedo encontrar la oficina del jefe del bufete?- pregunté.

-¿Tiene cita?- tartamudeó la muchacha ante mi imponente apariencia.

-¿Acaso cree que la necesito?- murmuré.

-Último pasillo- susurró simplemente.

Golpeé mis dedos sobre la mesa en señal de despedida y comencé a caminar en dirección al ascensor.

-A la jefa no le va a gustar esto- me pareció oírla decir para sí misma.

En compañía de mi notario, pulsé el botón colocado más alto en la cabina.

El abogado jefe no sonaba muy amigable, aunque supongo que no tardaría en descubrirlo.

Cuando se abrieron las puertas, un largo pasillo apareció frente a mi. Decenas de personas se movían ajetreadas por la oficina.

Aquí no perdían el tiempo.

Marché a paso seguro hasta el último despacho y abrí la puerta impaciente.

El pulcro silencio de la luminosa habitación solo se tambaleaba por el ruido de las teclas de un portátil.

Esperé a que el abogado me hablase primero pero la única reacción que obtuve por parte del dueño del bufete fue un gesto de que aguardase unos minutos.

Sin darme cuenta siquiera, acaté sus órdenes y esperé.

-Bien- murmuró apagando su ordenador en señal de atención- ¿Quién te crees que eres para presentarte en mi trabajo de está forma?- dijo firme, clavando sus ojos en los míos.

IMPARABLESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora