Capítulo 4

9 3 0
                                        

Adira Keane

Cuando el señor Wells abandonó el despacho quise saltar de alegría pero conteniendo las ganas, canalicé mi emoción en una leve sonrisa.

Theo, el joven trabajador pelirrojo asintió compartiendo mi triunfo.

Me levanté de mi silla y apreté su hombro, apenas cinco centímetros más alto que el mío.

-Buen trabajo- lo felicité orgullosa.

El informático se sentó en uno de los sillones con agradecimiento.

-No ha sido muy difícil- dijo despreocupado- no esconde muy bien de donde llega tanto dinero a sus empresas y al ser tan famoso no sobran rumores a su nombre.- explicó quitándose mérito.

-De todas formas- reconocí- no creo que nadie aparte de ti hubiese sido capaz de identificarlo y encontrar un trapo sucio suyo en tan poco tiempo.

Theodore se permitió enorgullecerse de su acto.

-¿Qué tal?-me interesé aprovechando que teníamos un momento para hablar. -¿Has encontrado un piso adecuado para mudarte?

El chico de dieciocho años me miró pesaroso.

-He visitado un par pero, no sé- murmuró- los contratos de alquiler no me convencen.

Asentí en comprensión.

-Ya te dije que si tenías alguna duda podías preguntar a cualquiera de la oficina. ¿Por qué no dejas los acuerdos, mañana en mi mesa y veo si puedo ayudarte?- me ofrecí.

Sus ojos se iluminaron.

-Gracias, Adira.

Las formalidades, después de lo que habíamos pasado juntos eran simplemente ridículas.

Theo, había llegado a esta oficina con dieciséis años buscando cualquier tipo de trabajo disponible. Pero claramente no iba a darle cualquier cosa, desaprovechando su talento.

Theodore podía manejar hasta cuatro ordenadores a la vez, encontrando información inimaginable en cada uno de ellos.

Aquel niño junto con Clodette, clienta de uno de mis primeros casos, se habían convertido en mi familia.

Algo disfuncional y extraña.

Pero mi familia al fin y al cabo.

...

-¿Has conocido a Ian Wells? Estás de coña, ¿verdad?- inquirió la rubia.

-Ya quisiera- me quejé.- Pero lo veré mucho, por lo menos hasta que acabe mi caso de exilio.

Clod apretó mi mano, acompañada de una de sus deslumbrantes sonrisas.

-Todo irá bien- prometió. -Y ahora cuéntame, ¿Está tan bueno como dicen?

Reí ante la forma de hablar de la que se había convertido en mi mejor amiga.

Pero pensé antes de contestar cualquier cosa.

Pensé en los ojos miel de aquel hombre.

En su pelo entre oscuro y claro.

En su piel bronceada.

En sus brazos musculosos.

En su estructura alta e imponente.

Y en la sensación de superioridad que desprendía.

En mis veintiséis años de vida jamás había visto a un hombre tan atractivo.

Me guardé mis palabras.

IMPARABLESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora