Adira Keane
Un ruido me sacó de mi pequeña ensoñación.
Abrí los ojos rápidamente.
Una mujer mayor se encontraba apenas a unos metros de distancia de mí.
Noté mis mejillas húmedas mientras me apresuraba para quitarme los zapatos.
Mierda.
Aquel estúpido recuerdo me había hecho llorar.
Me puse de nuevo la sudadera amarilla y azul y me retiré los calentadores. Dejé que mi pelo carbón cayera suelto por mi espalda.
Encerré mis pies en las deportivas Adidas y levanté la vista.
La mujer del pelo entrecano recogido en un moño no se había movido ni un milímetro.
¿Cuánto tiempo me había pasado bailando?
Recogí mis cosas y me aseguré de que Cosmos me siguiese.
Cuando pasaba de largo a la profesora de ballet, nuestras miradas se cruzaron.
Marrón y azul.
Al parecer no era la única que había estado llorando.
-¿Eres la chica que entrena aquí de vez en cuando?- preguntó con la voz áspera y algo emocionada.
Asentí con la cabeza.
¿No resultaba obvio?
-Lo que has hecho...-habló refiriéndose a mi danza- es increíble. ¿Por qué nunca te he visto en un escenario?
Apreté los ojos con fuerza.
De verdad me alegraba que le hubiese gustado pero aquella mujer tenía que dejar de meterse en mis asuntos.
No volvería a bailar frente a las butacas.
Eso.
Eso si que me aterraba.
-Por que no quiero- mentí mientras daba un portazo al salir.
Respiré profundo.
Me permitía bailar a pesar de los recuerdos por qué era lo único que me hacía sentir viva.
Pero actuar con tantos pares de ojos frente a mi.
Sería como llevarme a tortura.
...
Tras la ducha, le envié un mensaje al notario del señor Wells para aclarar ciertos detalles.
En cuestión de segundos, recibí su respuesta;
¿Dónde nos vemos?
Lo pensé un instante mientras miré mi apartamento.
No era nada de otro mundo pero era relativamente lujoso.
Constaba de estancias amplias y escaleras situadas en ciertos rincones.
Mobiliario de cuero y madera, e instalaciones modernas.
Suelo de mármol y un estilo casi sin detalles.
Techos altos y paredes acristaladas.
Habitaciones abiertas y conectadas con el comedor, y un diseño ligeramente acogedor, basado en el color beige.
No estaba mal, tres plantas de habitaciones innecesarias a las que no me molestaba llamar hogar.
Envié mi dirección por el chat con Charles, junto con una hora.
Lo más probable es que Ian lo acompañara en la reunión por miedo a que sacase alguna otra información de su abogado.
Pero lo cierto es que no haría nada de eso, ahora solo me quedaba estar eternamente agradecida.
Pues su firma se encontraba en el contrato que bien se consideraría, mi mayor esperanza para quedarme en Estados Unidos.
...
Pintaron mis labios de rojo y mis pestañas de negro.
Difuminaron la sombra de mis ojos y marcaron más la de mis pómulos
Encontré mis ojos celestes en el reflejo frente a mi.
Miré a una versión más bella y probablemente confiada de mi.
-Señorita Keane- me llamó la maquillista- ya hemos terminado.
Casi me sorprendí.
Aquella chica no había tardado ni cinco minutos completos.
Trajo unas perchas con lo que sería mi vestuario de hoy y dándome privacidad, entornó la puerta de la habitación.
Dos voces suaves se colaban por la diminuta rendija de la puerta con el suelo.
-Es la mujer más naturalmente hermosa que he visto en mi vida- cuchicheo la maquillista.
-Yo he oído que tiene la figura simétricamente perfecta- respondió una desconocida.
Suspiré y dejé de escuchar.
El trabajo de modelaje no era nada imprescindible en mi vida pero mantenía mis días ocupados sin tener que abrumarme por los casos o destrozarme físicamente por el ballet.
Además me hacía permitirme ciertos lujos que otros abogados solo se permitían soñar.
Me puse la camisa blanca desabotonada y me calcé los stilettos negros y altos.
Salí del camerino y busqué al director en el gigantesco set fotográfico.
-Bellisima- me alagó el hombre de extraño bigote. -¿Empezamos?
-Claro- sonreí.
...
Me senté mientras los encargados decidían si había fotos que necesitasen repetirse.
Sabía que el modelaje conlleva ciertos sacrificios. Pero para mí, estos no hacían una diferencia.
Desde pequeña había seguido una dieta baja en calorías y rica en nutrientes que me proporcionaban la energía suficiente para entrenar ballet tanto como quisiese.
Seguirla también de mayor, resultaba más un hábito que cualquier otra cosa.
-Está todo perfecto- dieron su aprobación los trabajadores.
Y cuando me disponía a marcharme una voz me llamó.
-Señorita Keane, ¿por qué no se lleva estos y saca fotos con ellos en sus redes sociales?- sugirió.
Miré las bolsas y suspiré.
Gucci, Nike, Dior, Chanel, Louis Vuitton y demás grandes marcas aparecían en el envoltorio de todos aquellos paquetes.
Pedí que me los llevaran al coche y me miraron entre agradecidos y sorprendidos de que hubiera aceptado.
Odiaba dedicar mi tiempo libre al patrocinio.
Pero en aquel momento sonreí.
Me había hecho Instagram por una sola razón.
Una razón que vivía bastante lejos de aquí.
Una razón que me pedía que subiera al menos un par de historias al día solo para saber cómo me iba sin querer hacerme perder un segundo de mi vida.
Una razón a quién le enviaría mucha de la ropa después de probarmela.
Una razón que siempre me hacía sonreír.
Una razón por la que me preoucupaba más de lo que lo quería admitir.
Una razón en California.
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IMPARABLES
RomanceIMPARABLES #1 Adira es abogada mientras que Ian es empresario. Ian es muy querido por sus padres mientras que Adira es despreciada por su familia. Adira es calculadora mientras que Ian es impulsivo. Sin embargo, ahí acaban sus diferencias Los dos...