Dos chicos besándose ; Brightwin

Pain

Para todo el instituto, Metawin siempre ha sido el más grande dilema. ¿Cómo alguien puede ser tan alegre?¿Cómo alguien puede sonreír todo el tiempo?¿Cómo alguien puede verse bien con cualquier cosa que se ponga encima? Ó incluso ¿Cómo puede ser alguien tan perfecto? Win era perfecto ante los ojos de cualquier espectador.
 
Alto, delgado, su rostro angelical sobresale entre todos los jóvenes del instituto y ni hablar de su personalidad fresca y dulce, nadie podía pillarle algún defecto a Win. Podían rumorear todo lo que quisieran, pero nunca encontraban alguna prueba de que aquellos rumores fueran ciertos.
 
Y sin duda alguna, aquello no podía alimentar más el ego de nuestra súper estrella que tomaba todo lo bueno que se le adjuntaba a su persona y lo volvía algo para presumirle a Bright el fin de semana, pues él amaba decirle al mayor lo suertudo que era al tener su atención.

Pues claro, los adolescentes suelen ser tontos y ciegos, no llegan a ver más allá de lo que se le muestra en sus narices y definitivamente, si alguien se fijará en la manera en la que Win mira tan atentamente a Bright cuando el maestro de matemáticas lo hace pasar al frente, notaría ese brillo diferente que se asoma en los ojos de Win cuando el mayor habla e intenta explicar algo que ni sabe.
 
Metawin no era un dilema, solo que nadie se había dado el tiempo de conocerlo. Él era como cualquier chico; frágil, dulce, a veces meloso, a veces carente de atención. Win no era de piedra, también cae, también se hunde en la desgracia, y por supuesto también sufre. Y es que son escasos los momentos en los que se le cae la máscara de súper chico vitamina que nadie notaría sus dolores internos.

Pero eso no significaba que no estén ahí, y cuando Vachirawit sostiene la cintura de su novio, de su novio real…
Su corazón parece querer salirse de su pecho para correr a esconderse.
 
Porque Win siempre será el otro y eso no lo sabe nadie más que él mismo.