Normalmente cuando visitaba el rancho de los Pithill solía entrar por la puerta delantera, pero eso era algo que no podía hacer en mitad de la noche. Había perdido la cuenta de las veces que se había colado en el cuarto de Eleanor subiendo por el tejado del cobertizo.
Al llegar, como era costumbre, dio cuatro toquecitos en el cristal y vio a una figura que se acercaba cojeando: Eleanor no solía usar el bastón cuando estaba por casa.
Su cojera llevaba ahí casi diez años, los mismos que el señor Greenheart en silla de ruedas. Había sucedido en verano, tras el Encierro de las Bestias, un encuentro que reunía a todo el mundo en el distrito para ver cómo jinetes expertos conducían a una manada de caballos semi salvajes hasta un recinto y, una vez allí, les cortaban la crin, curaban heridas y seleccionaban a algunos ejemplares para amaestrar.
Aquel año, una parte del vallado no estaba colocada como debería y la manada se desbocó, huyendo del recorrido marcado.
Eleanor estaba en medio y el desastre se habría quedado en algo más de una cojera si el padre de Duncan no se hubiese lanzado a protegerla. Era algo que le debía a su viejo amigo, el señor Pithill.
Duncan casi no le recordaba, había muerto en un rodeo el año siguiente a que Santhe naciese.
— Ya estoy aquí, ¿qué pasa? —preguntó en voz baja al entrar en la habitación, teniendo cuidado de quitarse las botas.
Eleanor le abrazó con fuerza y Duncan pudo notar cómo temblaba. Probablemente se habría despertado de una pesadilla, solía tenerlas cuando la cosecha se acercaba.
— Elle... —dijo despacio. Se quitó la chaqueta y, con suma delicadeza, la tomó en brazos para llevarla a la cama y poder tumbarse con ella—. Ya estoy aquí, tranquila.
Él estaba boca arriba, dejando que ella se acurrucase contra su pecho mientras le acariciaba la espalda lentamente, dándole tiempo para que se calmase y hablase.
— Es que... —se sorbió los mocos, abrazándose a Duncan con fuerza—. He soñado con la Cosecha... La pesadilla de siempre —se incorporó un poco para poder mirar a Duncan directamente—. Vosotros...
Duncan puso una mano en su mejilla y le acarició con el pulgar, sabía a qué pesadilla se refería.
— Elle, solo era un mal sueño —retiró despacio algunas lágrimas con el dedo—. No era real.
Ella negó con la cabeza, pero se mantuvo pegada a la mano de Duncan.
— Pero, ¿y si es real? ¿Y si mañana se cumple? —él respiró hondo y la abrazó con el brazo libre.
— Nunca se ha cumplido hasta ahora, ¿por qué sí debería hacerlo mañana? —siempre se mantenía positivo para ella—. Llevas años soñando que tu nombre salía en la Cosecha y jamás ha pasado.
— Esta vez era el tuyo, has pedido demasiadas teselas para nosotras, no tenías que haberlo hecho Duncan, no...
Duncan quitó la mano de su mejilla y la puso sobre sus labios.
— Shhh, ya basta. He cogido yo las teselas para tu madre y vosotras dos, así tu hermana no tendría que cogerlas —Eleanor tenía el ceño fruncido, pero Duncan siguió hablando—. Lo habría hecho igual aunque me atases como un ternero —bromeó, sabiendo que así arrancaba una pequeña risa a su novia—. Elle, es la segunda vez que el nombre de Santhe entra, es poco probable que salga. Y en cuanto al mío... —ese sí que tenía más participaciones de salir, casi una treintena por las teselas que había pedido—. Es el último año, después se acaba para siempre —le sonrió y apartó la mano para dejarla hablar—. Mañana a estas horas estaremos celebrándolo.
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Como Reses
Fanfiction«¡Bienvenidos a los 33º Juegos del hambre!» Duncan Greenheart ha cumplido 18 años y es la última vez que su nombre podría ser elegido en La Cosecha. Con un poco de suerte, podrá vivir el resto de su vida tranquilo junto a su enamorada, Eleanor Pithi...