CAPITULO 8

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Dicen que el corazón está ciego, se enamora de personas equivocadas para después terminar herido y quejándose del dolor que el mismo amor infringió.

MATHEW.

Me levanto muy temprano para hacer algo de ejercicio, no pude dormir en toda la noche, saber que mi hermosa Gabrielle tiene leucemia es un impacto para mí. Tres años, tres malditos años admirándola, deseándola a escondidas, aunque muy dentro de mí sabía que le gustaba o por lo menos le atraía un poco.

Este camino es difícil y aunque nos conocemos lo suficiente, aún nos falta mucho por aprender del otro. Ya la tenía para mí, pero temo que la vida me la quite en cualquier momento.

Después de darme una ducha tomo mi teléfono y marco a Rodrigo Grey, el medico que la atendió aquel día que la lleve a la clínica al desmallarse en la calle, el responde al segundo tono —diga...

—¿Tu llevas todo lo de la señorita Davis? —pregunto sin saludar.

—Buenos días para ti también Mathew, y sobre eso ya me imagino que te lo dijo, yo le deje mi tarjeta y ella me ha llamado para que la ayude a empezar sus tratamientos nuevamente.

—Sí, no exactamente me lo dijo, por accidente me entere el día de ayer —Rodrigo es un muy buen amigo de la familia, aparte de ser también nuestro médico personal. Su padre es mejor amigo de mi padre —Quiero estar al tanto de todo, envíame lo que ella necesita y manda la cuenta. También contacta a los mejores médicos que conozcas y traten sobre esa enfermedad.

—¿Por qué tanto interés con esa chica Gomert? —me pregunta segundos después.

—Ella es mi prometida, y por cierto tu serás el padrino —cuelgo sin esperar respuesta, marco el número de mi madre, ella contesta al instante.

—Hijo...

—Madre prepara un rico almuerzo hoy conocerás a mi prometida.

—¿Cómo que prometida?, Mathew de que me estás hablando —elijo una camisa gris manga larga junto con un traje negro.

—Me casare dentro de dos semanas madre, me harías un gran favor si ayudas a Gabrielle a elegir su vestido de novia, lo demás te encargas tú, no me importa el costo de nada solo has que todo quede perfecto y especial.

—¡ME ACABAS DE DECIR GABRIELLE! —grita tras el comunicador. Sonrió y niego, esta mujer es tan dramática.

—Si Gabrielle, mi secretaria —cuelgo el teléfono sin despedirme. Estoy apurado necesito llegar a tiempo antes de que ella se valla. Me visto y arreglo mi cabello, cuando termino me siento más que satisfecho con lo que veo. Me miro al espejo, estoy perfecto y listo para recoger a mi prometida. Salgo de mi recamara y camino hacia la cocina allí encuentro a Lucia haciéndome el desayuno, la saludo con amabilidad, ella solo me da mi café sin azúcar, me lo bebo con prisa y me despido.

—Señor...

—Qué bueno que ya regresaste David, no sabes lo mucho que te necesite —David es mi mano derecha y el jefe de seguridad. Tuvo que viajar a New York porque su esposa había enfermado, pero ahora que está aquí hará mucho más fácil todo —desde ahora quiero que seas el chofer personal de mi prometida la señorita Davis, hoy le pediré que se venga a vivir conmigo, ella necesita estar lo más acompañada posible y por supuesto tener el mayor apoyo.

—¿Ella no es la chica que le gustaba, esa su secretaria? —asiento sonriente, estoy feliz aunque me sienta angustiado al mismo tiempo.

—Sí, Gabrielle está pasando por una situación bastante difícil y yo soy lo único que tiene por lo que espero que ustedes sean comprensibles y amables con ella, ya que pronto será la señora de esta casa —entro al auto cuando llegamos al subterráneo. — También quiero que te encargues de llevar sus cosas a mi departamento, después me acompañaras al centro comercial necesito elegir un anillo bonito para mi chica.

UNA LUZ PARA VIVIRDonde viven las historias. Descúbrelo ahora