Los restos de un ser amado.

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Wu Ming aún recuerda como el cuerpo inerte de su ser amado cayó luego de ser atravesado por cientos de fantasmas furiosos. Las túnicas que ya se encontraban manchadas de sangre seca, nuevamente eran desgarradas exhibiendo nuevas y mortales heridas. 

Poco después, una deidad descendió del cielo para enfrentar a Bai Wuxiang, pero ya era demasiado tarde. El principie real de Xian Le había fallecido y era imposible intentar llamar su alma de regreso debido a las fracturas que sufrió, incluso nulo el proceso de reencarnación. El emperador Ju Wu, suspiró con tristeza y colocando las manos entre las cienes, llamó a decenas más de oficiales para anunciar los acontecimientos.

Diversos oficiales aparecieron consecutivamente, entre ellos Mu Qing y Feng Xin. Feng Xin cayó de rodillas al suelo al ver la figura demacrada de su antiguo amigo, mientras que Mu Qing permaneció en un total estado de negación, gritando tontamente al cadaver que era abrazado por Wu Ming.

—Su Alteza, despierte.— Feng Xin desvió la mirada, intentando contener las lagrimas. —¡Xie Lian, maldita sea, despierta!— Mu Qing intentó acercarse, sin embargo Wu Ming gruñó en desaprobación. El joven fantasma conocía perfectamente a esas personas, las mismas que abandonaron a Xie Lian, que nunca se dieron cuenta del estado de desesperación al ser perseguido por Bai Wuxiang. Su desagrado era tan evidente que incluso podía verse reflejado por la sonriente máscara que portaba.

—Xie Lian, perdón por no creer en ti.— sollozó Feng Xin, quien se había arrastrado hasta el cadáver, sujetando con precaución la mano inerte mientras Wu Ming intentaba alejarles. Suficiente habían hecho esos oficiales, por lo menos debían dejar en paz lo poco que quedaba de Su Alteza Real.

—¿Quién diablos eres tú?— dijo con rabia Mu Qing. Por alguna razón ese fantasma era bastante familiar y le creaba desconfianza y en cierta medida...temor. Wu Ming no contestó, en cambio sostuvo con más fuerza el cuerpo. —¡Te estoy hablando, ¿QUIÉN MIERDA ERES?!—

Silencio durante unos segundos.

—Soy quien ha estado a lado de Su Alteza en los momentos donde ustedes le abandonaron.— respondió con furia el fantasma. Su voz sonaba ronca y rasposa, después de sollozar en silencio debajo de la máscara. —Porque cierto Oficial hizo poco por defender a Su Majestad del resto de Oficiales en las cuevas.— Mu Qing retrocedió bastante sorprendido mientras Feng Xin levantaba la mirada sorprendido de las palabras que compartían el fantasma y Mu Qing. Feng Xin tenía poco que había subido al los cielos luego de que Xie Lian le corriera hace un par de días y aunque intentó saber que había pasado los meses que Xie Lian estuvó desaparecido, ni Su Alteza ni Mu Qing buscaron hablar del asunto.

—Tú eres el fantasma que causó revuelo— Wu Ming asintió sin mayor demora.

—También soy el que provocó un incendio luego de que los malditos lugareños atravesarán a Xie Lian cientos de veces con una espada. Pero nuevamente, ustedes no estuvieron ahí.— Wu Ming tembló ante el recuerdo, los gritos y lamentos de Xie Lian aún resonaban una y otra vez en su mente. Bajó la mirada hacia un rostro manchado en carmesí,  Xie Lian había sangrado por los cuatro orificios, sus túnicas destrozadas.

Por lo menos ese sufrimiento había terminado.

Feng Xin intentó ahogar nuevamente un sollozo, claramente sintiéndose culpable de los acontecimientos. El cuerpo de Xie Lian a tan solo unos centímetros se mostraba sin reacción, mientras sus labios habían formado una extraña mueca de dolor debido a sus últimos alientos donde sufrió.

—Realmente ambos fueron egoístas. Espero que su egoísmo continúe y dejen a Su Alteza en paz.— Wu Ming intentó levantarse, arrastrando el cuerpo de Xie Lian.

—Su Alteza Real pertenece a los cielos— indicó Feng Xin al notar las intenciones de Wu Ming.

—Su Alteza está muerto gracias a ustedes.— Wu Ming permanecia débil, sin embargo eso no impediría luchar para proteger lo poco que quedaba de su amado. Aún muerto,  quería conservar las cenizas e intentar invocar el alma de su ser amado de regreso. Así que bajo ninguna circunstancia permitiría que Oficiales Celestiales se hicieran a cargo de Xie Lian.

—¿Qué te parece subir a los cielos y volverte familiar mío,  como sub-oficial? Serás más fuerte y podrás proteger mejor a Xian Le— dijo una voz a espaldas de Wu Ming. Jun Wu se encontraba inmaculado, con un porte tan puro y celestial que provocaba nauseas en Wu Ming. Algo en ese emperador era alarmante y se podía notar en él una terrible obsesión por Xie Lian cuando los ojos del inmortal barrial con desaprobación el agarre de Wu Ming a Xie Lian.

—Majestad, es solo un fantasma — Mu Qing intentó inclinarse de manera respetuosa, juntando las manos,  pero aún así observando al fantasma enmascarado con recelo.

—Un fantasma que claramente estuvó a punto de sacrificar su vida para evitar una tragedia, y que luchó junto a Xie Lian para detener a Bai Wuxiang.— completó Jun Wu. El aire de desagrado sólo se vio reflejado por un instante antes de elevar las manos — Claramente digno de estar en la Corte Celestial y...—

—Jamás.— cortó Wu Ming —Nunca estaría en el mismo espacio que todos ustedes, bastardos.—

Jun Wu sonrió, claramente divertido ante la valentía del fantasma. Esa sonrisa se desvaneció cuando el fantasma incendió el cuerpo de Xie Lian, volviéndolo casi de inmediato cenizas. Llamas azules se expandieron durante unos segundos, reflejadas en la máscara del joven.

Bajo los ojos de la Corte Celestial, Wu Ming junto lo poco que quedaba de energía para desaparecer junto a los restos de Xie Lian. Ni Feng Xin ni Mu Qing pudieron ir detrás de él.

—Su...Alteza.— motas de polvo se elevaron en el aire después de la desaparición. Feng Xin aún incado en el suelo, sólo pudo resignarse a mirar la marca que quedó antes de que el cadáver de Xie Lian se consumiera en llamas.

A unos pasos, el hombre de blanco hizo crujir sus puños bajo las túnicas.

—Tarde o temprano tendrás que subir a la Corte y entregarme las cenizas de Xian Le.— dijo entre dientes Jun Wu, girando con rapidez en dirección al cielo, cubriendo repentinamente su rostro del resto como si repentinamente un mal le afectara —Tú serás quien atraerá de regreso a Xian Le y entonces él no podrá huir de su destino.—

Tiempo después, el monte TongLu abrió nuevamente su horno, llamando la atención de Wu Ming. Junto a un anillo sujeto a su cuello, partió con el propósito de ser la nueva calamidad para facilitar la búsqueda de su amado.

Quien diría que el destino ya había girado en dirección contraria.

La calamidad en búsqueda de Lluvia CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora