« Se dice que los espíritus moran en objetos en los que la gente pone sus sentimientos. Siempre he pensado que, si eso es cierto, lo mismo debe ser cierto para las obras de arte. Así que hoy, me sumergiré en el trabajo, para impartir mi propio espír...
" There's no light of sun, there you can'thearanysoundatall. "
— Puppets: Marry's song
———« 🌹 »———
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
———« 🌹 »———
Lágrimas gruesas comenzaron a resbalar de las mejillas de cierto aspirante de astronauta, temiendo lo peor al no escuchar nada desde el otro lado de la muralla.
¿Qué habría sucedido con Korekiyo?
¿Por qué había sucedido todo eso de buenas a primeras?
Tsumugi parecía tan consternada como él, pues estaba igual de preocupada por el estado de aquél pelinegro que no lo pensó dos veces antes de empujarlos hacia su salvación. Su destino había sido más que incierto para ambos jóvenes, que se encontraban a merced de sus propias mentes, las cuales, ahora más que nunca, parecían jugar en su contra. Sin embargo, hubo algo que les hizo levantar la cabeza y romper ese estado de shock en el que se habían sumido casi por completo.
Un ruido sordo fue escuchado desde el otro lado y, poco después de este, vinieron pequeños pasos que sonaban de manera irregular. Se escuchaban demasiado bajo como para poder discernir si eran producto de su imaginación o algún que otro temblor como el que escucharon antes de aquella tragedia, pero lo que en verdad pareció desmontar cualquier hipótesis establecida por ambos fueron varios toques sutiles dados desde el otro lado del muro de tonalidad verdosa.
— ¡K-Kiyo! —exclamó Tsumugi, la cual fue corriendo hasta la muralla que los separaba— ¡¿Eres tú, Kiyo?!
Varios golpes fueron dados desde el otro lado a modo de confirmación, así como también pareció escucharse algo del otro lado. Debido a lo grueso que era el muro, parecía que el sonido no pasaba del todo bien y costaba mucho oír lo que fuera que estuviera pasando del otro lado, imposibilitando una comunicación óptima entre ambas zonas.
— ¡Soy yo! —trató de decir el pelinegro alzando la voz para ser escuchado.
Como si fuera una montaña rusa emocional, Kaito se secó rápidamente las pocas lágrimas que cayeron de sus ojos con la manga de su camisa, sintiendo cómo la esperanza volvía lentamente hacia él como si estuviera en presencia de un milagro.
— ¡Nos asustaste mucho al no responder cuando te llamábamos! —gritó Tsumugi ahora más aliviada— ¡Ya estábamos pensando lo peor!
— ¡Cuando los empuje de ese lugar, una de esas extrañas protuberancias me golpearon y me hicieron retroceder bastante!
Eso explicaba el porqué no había respondido a los primeros llamados, pues al ya ser difícil escucharlos y haber caído algo lejos de aquella muralla, lo más probable es que no hubiera escuchado absolutamente nada de ellos y le hubiera costado levantarse e ir hacia el muro que ahora los separaba.
