« Se dice que los espíritus moran en objetos en los que la gente pone sus sentimientos. Siempre he pensado que, si eso es cierto, lo mismo debe ser cierto para las obras de arte. Así que hoy, me sumergiré en el trabajo, para impartir mi propio espír...
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Con un aura hogareña más allá de donde se podía alcanzar a ver esa recámara de paredes y suelo color marrón, un suave tictac comenzó a sonar tan pronto como Korekiyo puso un pie en aquella sala. De alguna forma, sentía que estaba en la recepción de una oficina por la atmósfera que había a su alrededor, llena de orden y tranquilidad dentro de lo que percibía. La entrada por la que había accedido se encontraba pegada al ala noroeste, por lo que tendría que examinar las demás con mayor detenimiento y, por supuesto, estaba claro que la mayor parte de su trayecto sería de izquierda a derecha —si no contaba las veces en las que sabía que tendría que dar vueltas sobre sus propios pasos de aquí para allá—.
— Veamos qué me espera en este lugar...
Con apenas tres o cuatro pasos ya dados, un cuadro blanco en una pared le dio la bienvenida, el cual ilustraba una especie de línea negra que se encontraba colgando desde arriba, junto con algunas figuras grises que iban desde las más oscuras en los bordes inferiores hasta fundirse con un tono gris tan pálido que era difícil de distinguir con el blanco que cubría la gran mayoría de la superficie del mismo fondo.
« Hilo celestial »
Resultaba un poco simple el cuadro, al menos en comparación con otras obras de Enoshima, por lo que Shinguji decidió recordar bien el nombre. Sentía que, desde la última vez que había estado en ese lugar al reencontrarse con Momota, muchas cosas como la propia estructura del lugar habían cambiado, tal vez no de forma tan drástica o exagerada, pero sí lo suficiente como para que a primera vista resultara un tanto difícil orientarse de buenas a primeras. Siguió caminando en línea recta, notando la bifurcación de dos caminos que iban de forma recta —sin desviarse de donde estaba caminando en un principio— y hacia el sur, donde parecía haber algo como una habitación a la que fácilmente podría dar la vuelta rodeándola debido a sus pequeñas dimensiones y a que estaba de forma intrínseca, justo en medio del lugar sin obstaculizar el paso. Antes de tomar una decisión con respecto a dónde ir, quiso avanzar un poco sin cambiar su dirección, pues a pocos pasos de la obra de arte que había visto pudo notar la presencia de una puerta de madera con tonalidades marrón chocolate.
¿Sería que habría algo útil allá adentro o estaría guardando algún puzzle pendiente a resolver?
Francamente, no tenía ni la menor idea. Pero bueno, si algo había aprendido en esa galería es que no era conveniente dejar las cosas a medias y siempre había que tratar de ver cada rincón sin falta. Ya habían roto esa norma antes un par de veces y, sabiendo cómo es que les había ido, era casi mejor el no andar tentando mucho a la suerte debido a lo impredecible que podía volverse su entorno y lo que le rodeaba. Giró el pomo de la puerta y, curiosamente, no tuvo el menor tipo de complicación a la hora de entrar y cerrar la puerta tras de sí.
