Capítulo 4: Santino

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El aroma a alcohol y perfume caro inundó mi rostro al entrar en aquel frio y siniestro lugar, tenía un conocimiento casi nulo sobre el clan de los Svaty a excepción de lo que siempre me contó mi padre, pero tras lo sucedido con Donatella quería sa...

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El aroma a alcohol y perfume caro inundó mi rostro al entrar en aquel frio y siniestro lugar, tenía un conocimiento casi nulo sobre el clan de los Svaty a excepción de lo que siempre me contó mi padre, pero tras lo sucedido con Donatella quería saber un poco más, sobre todo, quería saber cuál era la verdadera razón por la cual murió mi progenitor.

El clan fue fundado en 1918, uno de sus principales líderes fué mi padre; Rómulo Martinelli, junto a otros cabecillas de familias poderosas tanto en Roma como en otras ciudades. Inició como un clan netamente de hombres italianos y con el tiempo fueron incluyéndose hombres de otros países, la principal finalidad del clan era reunirse con zorras, tener sexo y planear conspiraciones.

Al cabo de unos años, durante una de tantas fiestas todo se salió de control y las cosas cambiaron drásticamente, cada uno allí dio rienda suelta a sus más oscuras y sucias perversiones, hubo muertes, misterios, secretos y lo peor; Quedaron sedientos de más.

Así entonces El clan de los Svaty se convirtió oficialmente en un club de bestias.

Recién en 1935 recibieron mujeres, una de las primeras claramente fue Donatella. Los mellizos siempre fueron particularmente extraños, vivían con nosotros desde pequeños debido a la temprana muerte de sus padres, en muchas ocasiones había problemas con ellos con cosas que le hacían a otros niños de su edad, mi padre siempre los excusaba con que "lo traían en la sangre" hasta que finalmente cuando tuvieron la edad correspondiente los llevó al clan, a Dona en ese entonces la llevó como una zorra más para que hicieran con ella lo que quisieran, luego al entrar como integrante, pudo desquitarse.

Yo en tanto, jamás sentí curiosidad alguna con respecto al clan o con nuestra naturaleza salvaje, al menos hasta esa noche que estuve con Dona, jamás había sentido atracción hacia ello, mi única prioridad era cuidar a Minerva, velar por la familia y aprender a llevar los negocios de mi padre, cuando dije que no pretendía casarme, mi madre se dedicó devotamente a ir buscando marido para Mini, mágicamente apareció un "viejo" amigo de la familia y la pidió con un montón de exigencias de por medio, desde ese momento se acordó que todos debíamos cuidarla como si fuese lo más preciado de la familia, para mí ya lo era desde que nació.

La única finalidad de todo ese circo era mantener el legado de los Martinelli, que hubieran primogénitos para que nuestra sangre siempre viva o al menos eso siempre decía mi madre, yo en tanto solo quería tener a Minerva a salvo y que nadie la tocase.

—Santino Martinelli!!! El líder de la familia más poderosa de Roma —comentó Benio Rinaldi, uno de los cerdos más antiguos del clan, Dona me había puesto al tanto de todo y también mi padre en su momento, aunque jamás pensé que realmente era así. Solía creer que solo era un club para reunirse con prostitutas.

—Entonces ¿Te decidiste a por fin ocupar el lugar que te corresponde?—añadió Benio, mientras yo no hacía más que pensar que era lo que realmente hacia allí. —Deja que una de las chicas te atienda —movió una mano haciéndole señas a una de las muchachas la cual rápidamente se acercó a mí.

—¿Quien es el líder en este momento? —pregunté apartando a la chica un momento.

El tipo soltó una carcajada y negó con la cabeza —Eso es algo que casi nadie sabe, ni yo, solo sé que es un tipo con gustos muy peculiares, si supieras las cosas que pide cuando viene... Y no deja que nadie más lo vea, de hecho las chicas con las que se acuesta jamás vuelven, todos creemos que las mata y luego se las come —exclamó largándose a reír mientras la joven a mi lado me miraba con susto. —Es una broma... Pero lo que te dije, es lo que se, ahora ve a divertirte, ya no reprimas tu naturaleza hijo, disfruta!!! —finalizo mientras otra de las chicas comenzaba a chuparle la polla, lo cual realmente fue asqueroso de ver. Benio sabia más cosas y lo intuía pero claramente no podría obtener mucha información de su parte.

Pedí una botella de whisky y caminé con la joven a una habitación, aunque parecía más un cuarto de torturas, aún no estaba seguro de ello pero desde lo ocurrido en casa con Minerva sentía una extraña sensación recorrerme, como si necesitara expulsar o liberar una especie de tensión.

Me senté en la cama con la botella en mis manos bebiendo uno que otro sorbo, en tanto al interior del cuarto había objetos bastante extraños, creo que ni en pleno campo de batalla había cosas así.

La joven comenzó a despojarme de la ropa lentamente, pasó su mano por sobre el rastro de las heridas que quedaban en mi cuerpo debido a las mordidas y susurrándome al oído dijo: -Quieres que te muerda así?

Negué dejando la botella a un lado y la tome en brazos sentándola sobre mí —¿Que pasa si te digo que solo quiero besarte? —Sonreí mientras ella lentamente se fue acercando a mis labios hasta que finalmente los unimos en un suave y tierno beso.

Los besos con la joven iban subiendo de intensidad y poco a poco comenzaba a excitarme, era tan delicada, genuina, dulce, bonita, me recordaba mucho a una persona en especial. Sus manos iban recorriendo mi piel mientras que poco a poco yo la iba desnudando, era un calor inmenso el cual se iba apoderando de mi, ella se puso de pie para luego terminar de desnudarse y así ponerse de rodillas frente a mí, cogió mi miembro con una de sus manos y lentamente fue repartiendo suaves lamidas. Fue cosa de tiempo para que me pusiera bastante duro.

—No sigas —Musité. —Quiero ver cómo me montas —Exclamé atrayéndola hacia mí para que volviera a quedar sobre mí. Poco a poco mi miembro fue rozando su pelvis haciendo que ese momento previo me calentara aún más, al paso de un rato ella se dejó caer de golpe haciéndome soltar un fuerte gemido, puse mis manos en sus caderas haciendo que se levantara para que así volviera a descender sobre mí y así luego ella se mantuvo brincando en lo que poco a poco aumentaba la velocidad, sus senos rebotaban frente a mi rostro y mis manos ejercían aún más presión en su cadera.

Detuve mi mirada en su cara, sus mejillas totalmente enrojecidas y ligeras gotas de sudor adornaban esta, por un momento mi mirada se nubló trayéndome la imagen de otra persona, aquello causó que quisiera follarla aún más duro, como si un deseo incontrolable se apoderase de mí, sus gemidos parecían una melodía para mis oídos, apreté aún con más fuerza el agarre en su piel, veía ese rostro dulce que tanto me gustaba, ver como estaba de caliente me ponía demasiado, estaba frenético, cada embestida que le daba me hacia querer mas, joder...Quería más.

Mi cuerpo se estremecía por completo, pero necesitaba su piel, siempre la había deseado, la apegué bruscamente a mí y comencé a besar su cuello, estaba al borde  de correrme pero entonces mi instinto actuó por sí solo, del beso rápidamente pase a una mordida, no suave, ni medianamente fuerte, fue una mordida voraz, tan fuerte que mi boca se impregnó de sangre y entonces, sentí como finalmente la llene por completo, me dejé caer sobre la cama y ella rápidamente se alejó, deje salir un suspiro para luego verla fijo, volví a ver el rostro de la muchacha que entró conmigo a la habitación y no el que había imaginado, rápidamente me vestí y limpie mi boca para salir de allí.

—Vaya vaya Martinelli, parece que ya eres todo un bestia — exclamó Benio al verme salir del cuarto. Ya me tenía cansado la palabra bestia.

—Cierra la boca —dije dándole un empujón en lo que pasaba directamente hacia la barra, pedí un trago y mientras esperaba noté que desde otra mesa un tipo con traje militar me estaba observando, lo miré fijamente mientras que él me veía con una sonrisa casi diabólica dibujada en el rostro.

Me dirigí en esa dirección y me pare frente a su mesa.

—Santino... —exclamó sonriente para luego beber un sorbo de su vaso.

—¿Te conozco? —pregunté.

—No necesitas saber eso ahora, siéntate... —Mantuvo su mirada fija en mí —Hablemos, supongo que quieres pasar el mal sabor de la sangre no es así?

Lo miré con el ceño fruncido casi sin expresión alguna.

—Vamos, soy amigo de Donatella, no te quitare mucho tiempo

Me senté frente a él, apoye mis manos sobre la mesa y lo miré.

—Entonces habla.

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