Tras lo ocurrido con Haze me quedé pensando en algunas cosas, entre ellas en Donatella, me rehusaba a renunciar a ella por lo tanto iba a buscar una forma de acercarme.
Fuí temprano al mercado para poder comprar allí unas flores, no sabía cuales elegir pero opté por unas rosas rojas, como la sangre y como sus labios.
Tras llegar a la mansión de los Martinelli me detuve en seco, no sabía cómo iba a entrar allí ni mucho menos como iba a verla a ella, de pronto comencé a sentir que estaba actuando de una forma demasiado precipitada. Espere pacientemente frente al lugar, tenía una vista completa de la entrada principal así que no me sería tan difícil verla a ella.
—¿Se te perdió algo por aquí?- —preguntó un muchacho que venía llegando.
—No, solo estaba esperando a una muchacha- —exclame excusándome, no sabía quién era aunque su aroma se me hacia demasiado familiar.
El muchacho dejó escapar una sonrisa. y se quedó junto a mi.
—¿Pasa algo? —Pregunté.
—Damiano ¿que haces? —preguntó luego una muchacha de cabellos rubios, traía una canasta y tenía unos ojos hermosos, en ese momento entendí frente a quienes estaba. Por un lapso de tiempo comprendí por que Haze deseaba con tanto afán a la pequeña Martinelli.
—Disculpe señorita ¿me podría brindar un vaso de agua? — comenté buscando la forma de que me llevaran adentro.
—Claro, venga con nosotros —dijo ella.
—No vas a meter a este estúpido soldado a nuestra casa o sí? —bufó el muchacho mirando con cierta arrogancia mi uniforme.
—Por dios Dam, compórtate —ella lo regaño y posteriormente me invito a caminar con ellos para entrar a la mansión.
—No vayas a dejar plantada a la persona que esperabas — comentó Damiano burlándose. Lo ignore y pase a la sala con la chica.
—Espera aquí, voy por el vaso de agua —dijo ella. Definitivamente era un verdadero dulce.
Estaba sentado en uno de los sillones cuando por fin la vi a ella bajar las escaleras, traía puesto un hermoso vestido ajustado al cuerpo y un pañuelo cubría su cabeza, se veía misteriosa y a la vez sexy.
Cuando me vio rápidamente caminó hacia mí con el ceño fruncido. —¿Que haces aquí malnacido? —Casi se abalanza sobre mi pero en un feroz movimiento Damiano la detuvo. La tuve tan cerca que de solo respirar nuevamente su aroma toda mi piel se estremeció.
—Tú sí que estás loca, no cabe duda que tu poca cordura se fue con tu cabello —exclamó su hermano.
—Yo creo que el cabello corto le queda muy bien —añadí.
—Y como sabes que tiene el cabello corto si trae la cabeza cubierta? —preguntó él.
—Cuando se vino sobre mi pude notarlo —afirme con total seguridad, en ese momento llegó Minerva con el vaso de agua.
ESTÁS LEYENDO
Desiderio
Ficción General[En Curso] "Cuαndo unα obsesıón rompe cuαlquıer bαrrerα, ıncluso αquellαs que son de sαngre" Santino Martinelli, el hijo mayor de una de las familias más poderosas de Italia durante 1940, era una persona que sabía mantener todo bajo control, incluy...