Por Sakura
Las hojas marchitas yacen sobre el suelo, decenas y decenas cubren el camino que se abre paso entre las lapidas, a cada paso que doy puedo escuchar el crujir de estás.
Mi corazón duele cada vez que visito su tumba, aprieto con fuerza el tallo de los narcisos los cuales se encuentran cubiertos por el blanco papel, son seis, el próximo años serán siete...cada año aumenta el número de estos, representan los años de su partida.
Una vez que me encuentro frente a la lápida, yo me arrodilló, mis medias se mojan un poco, el césped aún está húmedo después de la fuerte tormenta de la noche anterior.
No debería estar visitando su tumba, no se supone que sea así; pero hay muchas cosas en la vida que no se supone ocurran, las células cancerígenas invadiendo su torrente sanguíneo era una de ellas...su muerte prematura era otra de ellas.
Un par de lágrimas emanan de mis orbes, descienden por mis mejillas, y después más y más siguen el mismo camino, muerdo mi labio inferior cuando el llanto se hace audible, coloco el ramo de narcisos sobre el césped, frente a la lápida, observó el anillo de compromiso en mi delgado dedo, me siento culpable.
—Lo siento, en verdad lo siento pero él dice que la vida debe continuar, me haces falta cada maldito día, él hace que el dolor sea soportable, aleja el dolor y la soledad, debes entender que no puedo seguir así, tú me dejaste sola y él...lo siento tanto— el llanto me impide seguir hablando.
Me pongo de pie y me alejo a toda prisa, nunca podré acostumbrarme a hablarle a la nada, una vez dentro de mi auto intento calmar mi llanto, el corazón me duele como si no hubiera pasado el tiempo, seis años parecen ser solo seis minutos.
Enciendo el auto, salgo del lugar, conduzco por las calles de la ciudad sin tener un destino, conducir por conducir, una manía que adopte después de su muerte.
Gastar todas las horas del día fuera de casa, comprando, viajando, siempre rodeada de gente desconocida. Supongo que me aterra estar sola.
Tomo la taza de café que el mesero acaba de poner sobre la mesa, la cafetería está abarrotada de gente, puedo escuchar el murmullo de esta, hace eco en mis oídos, estornudo un par de veces. Hace frío, mi nariz se siente fría, doy un sorbo al café, mi mirada se encuentra con el anillo que yace en mi dedo, es un diamante rosado, un diamante muy grande, la joya perteneció a su familia por generaciones.
Debería sentirme feliz por qué ahora me pertenece a mi pero la verdad es que no me siento así, él debería odiarme por no poder amarlo de la misma forma que él dice amarme.
Moví la cabeza en negación, me estire para alcanzar mi bolsa que se encuentra colgando del perchero, busco dentro de esta un frasco con píldoras, tomo una y después la trago.
Aún me preguntó cuando podré dejar de tomarlas, tal vez nunca.
Después de terminar mi café me dirijo a las tiendas de ropa, gastar el dinero me da un poco de alivio, es momentáneo pero es alivio, elijo un par de bolsas, las más caras, son lindas, probablemente no las utilice, probablemente terminarán pudriéndose en mi armario, aún así las compro.
Un abrigó, un par de zapatos y un vestido, pasar la tarjeta de crédito una y otra vez me produce placer, el dinero no es problema, mis padres tienen mucho y él tiene mucho más.
El dinero nunca será problema.
El sol comienza a ocultarse, es hora de volver al lugar que se supone debería llamar hogar...imposible, mi hogar yace debajo de la tierra.
Teclee la contraseña de entrada a mi departamento, deje mi bolso, mis compras y mi abrigo sobre el sillón, fui a la cocina, me prepare un taza de té. El departamento es frío, probablemente por qué es nuevo, los muebles, la decoración, todo es nuevo.
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Jealusy
FanfictionY es que era muy difícil para ella expresar lo que en realidad sentía.