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Me siento aislada. Especialmente cuando estoy rodeada de gente. A veces me preocupa no sentir ninguna conexión con quien sea que tenga al lado. Me frustra que, pareciéndome lo más bonito del mundo, me resulte también lo más complicado.

Recuerdo estar a tu lado y sentirme completamente sola. Sentir que quería irme, que me ahogaban las ganas de llorar. No sabía que el único motivo por el que estaba encerrada en habitación ajena, era porque desde la mía solo se oían gritos. 

Los días en que me sentí más unida a ti fue durante nuestras primeras conversaciones nocturnas, escondidos detrás de las pantallitas. Hablamos de mil cosas distintas sin tapujos. Otro de mis recuerdos favoritos es el de estar fumando en el balcón contigo, charlando...

¡Me gustaba tanto hablar contigo! Y tengo la sensación de que la sentimentalidad y las convencionalidades, las ataduras y propiedades... Se lo cargaron todo. Intentar seguir al pie de la letra unas normas que no están escritas en ningún sitio, ¡Qué estupidez! Tengo la sensación de que, de no haber sido por ello, podríamos ser tú y yo grandes amigos. Y no quiero aceptar que ya no es una opción. No puedo (con el paso del tiempo veré que debo). 

Deberíamos haber gritado, habernos herido el uno al otro como bestias. Pero no podíamos hacer eso. Porque los dos estábamos enfermos. Y queriéndonos como lo hacíamos lo último que queríamos era herir al otro. Y lo respeto. Y siempre te tendré cariño por eso. Y le tendré cariño a nuestra relación. Porque a pesar de tener un final destructivo, no hizo nada más que enseñarme. Y digo aquí que te quiero, amigo, porque me mata el no poder decirlo en ningún otro sitio.  

1Where stories live. Discover now