Me siento aislada. Especialmente cuando estoy rodeada de gente. Gente que rehuye mi mirada. Gente a la que siento que incomodo. A la que le parezco rara.
Vosotros me habéis mirado de una forma distinta.
Tengo la sensación de que él me miraba cegado por el amor. Por la necesidad de amar, de adorar. De creer en algo, de encontrarle sentido a la vida. Me sentía una farsante engañando a su corazón. Creía que sus palabras no me decían nada. Hasta el día que gritó que me odiaba. Su contradicción me dejo en el abismo. ¿Me agarro con fuerzas a la versión que iluminaba sus días ayer o me limito a ser la versión que detesta y desprecia hoy?
Pero tú has visto cada parte de mí. Me has visto estando desgarrada. No estando. Y sigo pareciéndote sencilla y obviamente buena. No una chica extraordinaria. Una chica buena.
Me pesa sentir que eres la única. Que el ser bondadosa no sea considerado por los demás (ni por mí) uno de mis talentos. Pensar que ni siquiera forma parte de quien soy. Me duele. Y me escondo detrás de mil capas de supuesta indiferencia. Lo hago desde hace mucho años. Para protegerme. Pero tengo miedo de haberme ocultado a mí misma mi lado bueno, inocente, cariñoso. Hasta el punto de olvidarlo y ser incapaz de volver a recordarlo. Hasta el punto de destruirlo cada vez que se asoma porque me resulta desconocido, extraño.