Dieciséis.

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- Tae... soy yo. Cariño, lamento lo sucedido. Por favor responde el teléfono, que fui un idiota. Por favor. Quiero saber si estás bien.

Era el décimo mensaje que le dejaba a Taehyung en la contestadora. Hace no más de dos horas había salido de su departamento. Me sentía lleno de frustración y enojo, aquel sentimiento que me provocaba ansiedad y deseos de enterrarme en lo más profundo de la tierra, se apoderó de mi. No comprendí porque arruine aquel momento que parecía ser perfecto. Por un efímero momento Park Jimin dejó de existir y pareció haber un destello de esperanza cuando disfruté del placer sin necesidad de tener a Jimin en la memoria y sin embargo cuando parecía ceder completamente al placer mis labios y mente se volvieron mis perfectos asesinos traicioneros al mencionar su nombre.
Era más que evidente que la había cagado y que lo había lastimado. Había enterrado a Kim Taehyung, el ángel que estaba haciendo todo lo posible para hacerme olvidar ese amor que tanto me estaba enfermando.

Decidí subir a la azotea del edificio con una botella de whisky entre mis manos y permanecer a la orilla mirando a la nada. Buscando una respuesta.

- ¡Te odio Park Jimin! ¡Déjame ser feliz! ¡Lárgate de mi vida y de mis pensamientos!

Y me solté a llorar, buscando refugio en aquella botella llena de alcohol. Quería dejar de pensar en él. Quería enterrar todo el amor que me abrumaba. Y sin embargo no encontré más. Que fotos, que permanecían en mi galería de los hermosos y pequeños momentos que había compartido con él, con mi segundo ángel.

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ecordaba aquella tarde. Él me convenció de acompañarlo a pescar aunque sabíamos que ambos éramos pésimos para actividades en el lago, quería verlo feliz y de lo imposible salió algo posible y logré pescar un par de truchas para él. Recuerdo que me besó cada vez que conseguía una y frente al fuego bajo la luz de la luna cenamos esas truchas y dormimos en una pequeña cabaña.

Las lágrimas ahora llevaban su nombre. Cada una de ellas ahora eran provocadas por el arrepentimiento que llegó a mi, por haberlo lastimado.

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