1 Pesadilla

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"When's it my turn

Wouldn't I love

Love to explore that shore above

Out of the sea

Wish I could be

Part of that world." La sirenita

Estiró el brazo derecho y apagó el despertador de un manotazo. Bostezó y fue a estirarse, pero se quedó en el intento, esos gloriosos segundos de desubicación habían pasado, esos en los que creía que lo que había estado soñando era real, que tenía una vida. Miró a la izquierda en dirección a la ventana por la que se colaba la claridad del día entre la persiana, pero sus ojos no miraban eso sino su mano vendada y con esa cosa que mantenía sus dedos estirados por el momento. Soltó un pesado suspiro y miró al techo, dejando pasar los minutos, ¿qué importaba cuando tu vida era una absoluta mierda?

—Derek, corazón, ¿estás despierto? Hoy tienes fisio —escuchó la voz de su madre al otro lado de la puerta.

Giró la mitad superior de su cuerpo hacia la derecha para apoyarse en el codo e incorporarse, después arrastró el culo impulsándose con la pierna izquierda hasta sentarse.

—Lo sé, mamá —contestó cuando el frescor del suelo pasó a sus pies y se quedó contemplando lo que hacía que no considerara aquello vida.

La pierna derecha estaba vendada y la mantenía recta, el día anterior al fin habían quitado la escayola, pero sabía que bajo ella había una horrible cicatriz en su rodilla debido a la rótula fracturada. Se sentía inútil sin poder caminar ni usar las manos, él tenía un futuro, iba a ser grande y un poco de agua se lo había quitado todo. ¿De qué servía esa rehabilitación? No iba a rehabilitar su vida, eso era imposible, de modo que, ¿qué importaba moverse que no?

Cogió la muleta para ir al baño, casi podía decir que había tenido suerte y que la rotura de los tendones de los dedos de la mano izquierda se compensara con la rotura de la rótula de la pierna derecha, de haber sido en el mismo lado tendría que ir en silla de ruedas hasta para ir a mear.

***

Su madre empujó la silla por el pasillo del hospital, hacer las distancias largas con una sola muleta era inviable, igual que tratar de manejar esa silla con una mano, esa dependencia lo reafirmaba en la inutilidad de su vida. A veces se preguntaba por qué el alcohol le había dejado acordarse de ponerse el casco antes de coger la moto esa noche lluviosa.

Levantó la vista cuando se detuvieron y escuchó a su madre hablar. Estaba estrechando la mano a una chica joven, parecía de su edad y no era fea, eso debería haberle alegrado un poco, pero no se dio el caso. Su yo de antes del accidente la habría recorrido con la mirada descaradamente, le habría sonreído y comenzado un coqueteo divertido, pero eso era cuando no era como un muñeco roto y sin una vida, a quien habían arrebatado sus pasiones.

La joven se acercó a él con una suave sonrisa extendiendo su mano derecha a modo de saludo, en comparación con la de él era muy pequeña, con los dedos largos y finos.

—Buenos días, señor Morrow. Soy Lana Duncan y seré su fisio el tiempo que dure la rehabilitación —se presentó cordialmente con su voz suave y amable.

—Encantado —contestó monótono y se la estrechó brevemente, nada entusiasmado. Lo único bueno era que no solía tener que levantar casi la mirada a pesar de estar sentado teniendo en cuenta sus casi dos metros diez de altura, ella era unos treinta centímetros más baja.

Mi sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora