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Dediqué mi vida a autorrealizarme como persona, logrando de ese modo con trabajo arduo convertirme en un doctor con mención honorífica. 

Mi familia siempre tuvo una posición estable en ámbitos económicos, por lo que, en mi trayectoria no fue difícil obtener los medios necesarios para surgir.

En los pasillos de la universidad circundaban demasiados transeúntes ensimismados en sus asuntos,  cada quien a su tiempo, cada quien sobrellevando sus pesares. En mi caso particular, siempre traté de llevar un perfil bajo, estudiándo a cada uno de ellos. 

Eran unos imbéciles.

Ninguno parecía valer la pena. 

Me dirigía a ése lugar casi inhabitado, cuando me percaté de una presencia ajena.

Llevaba unos libros en su mano mientras hablaba sola repitiéndose una frase que era inaudible para mí.

Sus cabellos rubios y su piel pálida llamaron mi atención, quizás debería acercarme.

O quizás no.

Mientras iba aproximándome pude descifrar lo que se repetía. 

Vaya...

Estaba estudiando y su frustracción podía sentirse palpable en el aire.

No pude evitar que se me escapara una sonrisa. 

¿Hace cuánto tiempo atrás no lo hacía? 

Al percatarse de mi presencia, volteó rápidamente apenada y un tanto asustada.

Sus mejillas se tornaron en un color carmesí intenso.

Y al hacer contacto visual, algo en mí se removió. 

Asi fue el inicio de lo que se volvería mi gran tormento.

Poco a poco mi interés hacia ella fue incrementándose, día a día, hasta que no podía sacarmela de la cabeza. 

La acompañaba a sus clases, tomar café, ayudarla en sus estudios.

Mi intención era clara, volverme imprescindible, y que fuera sintiéndo la misma necesidad que yo tenía de ella.

Y así fui ganando terreno, era sencillo. 

Ella con su presencia me ayudaría a lidiar con los fantasmas de mi pasado y yo la protegería del resto.

Padre me advirtió de esta sensación que lleva a la perdición.

Se había vuelto mi propósito.

Mi deber y necesidad.

Era mi responsabilidad mantenerla a salvo, o  en su defecto, hacer algo al respecto para que no la corrompiera el mundo externo.

Así como tuve que hacerlo con Anne

Poco a poco fuimos consolidando una relación. 

Ella era feliz y yo también lo era.

Lo somos.

Siempre lo seremos.

Al cabo del tiempo, con la estabilidad de ambos, le propuse dar el siguiente paso, a lo que aceptó encantada con un atisbo de ilusión en sus ojos soñadores. 

Esos ojos que aún siguen mirándome, aunque ya no con el brillo de antes. 

Algún día volverás a mirarme de la misma forma, cariño, lo sé.

ElisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora