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Las largas jornadas en mi trabajo suponían un problema en nuestra relación.

Coincidir en la casa se había vuelto imposible, y en las esporádicas oportunidades en que lo haciamos el silencio se hacia presente, sino era alternado por nuestras discusiones constantes.

Aunque sé que era por eso, te empeñabas a decir que mis problemas de conducta eran los que presupondrían el final de lo nuestro.

Diferimos en esa opinión.

Padre también tenía un carácter fuerte, pero su vínculo con mi madre fue roto porque ella era una perra.

Pero tú no lo eres.

No permitiré que te conviertas en una.

No.

Tú eres mi calma.

Amar supone construir el amor, pero sobretodo moldearlo. 

Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza.

¿Por qué yo no podía hacer lo mismo?

¿Qué diferencia prevalece entre Dios y yo?

En el antiguo testamento dice: "Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre y, mientras dormía, tomó una de sus costillas  y entonces cerró la carne sobre su lugar. Y procedió Dios a construir de la costilla que había tomado del hombre una mujer y a traérsela al hombre."

Así como yo ejecute poco a poco, mi proyecto para contigo.

Ese día que agarrabas por inercia tus cosas para marcharte, mis manos temblaban sudorosamente. 

Te estabas escurriendo entre mis dedos, no sabía qué hacer. 

Tú eras mi vida, lo que me mantenía en pie.

Debía hacer algo.

Hasta que una iluminación vino a mi mente. 

Fui apresuradamente por el cloroformo y lo vertí sobre un trapo.

Te pedí un último abrazo y accediste. 

Como ibas a negarte...

Apresuradamente aproveché para posarlo sobre tu nariz.

Poco a poco te fuiste haciendo más liviana mientras tratabas por todas las formas de luchar y resistirte. 

Fue en vano.

Tus ojos empezaron a pesar.

Y dejaste de luchar.

Y yo empecé a luchar por ti y por mí. 

Te dejé reposando sobre nuestro lecho.

Ése donde una y otra vez nos profesábamos amor entre jadeos y sudor. Donde las sábanas siempre quedaban desordenadas y nuestras piernas entrelazadas. 

Te até de extremo a extremo.

Mientras caminaba una y otra vez mordiéndome las uñas. 

Ni siquiera en la muerte de Julianne me había sentido tan ansioso. 

Por mi profesión, tenía a la mano todos los insumos que serían necesarios para intervenir quirúrgicamente, además contaba con especializaciones, todo el conocimiento estaba en mí.

Podía hacerlo, debía hacerlo.

— Ofreced sacrificios de amor, y confiad en el SEÑOR.

Susurré, mientras procedía a colocarme los guantes quirúrgicos.




ElisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora