4

24 3 0
                                    

Las tardes suelen ser mi recinto favorito. En ellas, suelo sentarme junto a mi compañera, mi taza de café en ése rincón que da la vista al lago que tanto te gusta. 

Se siente una sensación regocijante haber logrado lo que tanto me costó.

Al menos ya no peleamos, aunque tus ojos acusadores no me den tregua. 

Sé que lo terminarás entendiendo tarde o temprano. 

Era una medida que debía tomar por el bien de ambos, nuestra relación, lo que construimos. 

No me puedes recriminar más por ello, me amas, y yo te amo.

Ambos nos complementamos. 

Me siento en la mecedora, junto a ése libro de poesía que tanto te gusta ''Habitaciones Separadas''

Te leo, sé que te gusta que te lea. 

Y te recito:

''Y aunque tú no lo sepas, yo te he visto cruzar la puerta sin decir que no, 

pedirme un cenicero, curiosear los libros,

responder al deseo de mis labios con tus labios de whisky,

seguir mis pasos hasta el dormitorio.''.

Las lágrimas caen una tras de otra de tus ojos, te conmovió el poema. 

Pero odio cuando lloras, cariño. 

Al menos esta vez, sé que no te las he causado yo.

O al menos eso pretendo creer.

No.

Sé que es así.

Hoy mientras paseaba por los sitios que tanto recorriamos juntos, pasé por esa cafetería que visitábamos cuando éramos más jóvenes, cuando las cosas estaban iniciando entre nosotros. Cuando la ilusión estaba fresca. Y recordé ese momento icónico en que te derramaste por torpeza el latte encima. 

Te sentiste tan apenada luego de que te pedí que fueras mi novia. 

Pero aceptaste.

Es uno de mis momentos favoritos.

Luego seguí paseándo e ingresé en una tienda, para comprar un vestido divino.

Lo usarás esta noche.

Ya no lloras por el poema, lloras por el vestido.

Tus lágrimas son de felicidad, logré mi propósito.

Prepararé algo especial, o al menos haré el intento, sabes que la cocina no es mi fuerte. Extraño el sabor tan característico de tus platillos.

Pero, no te preocupes, puedo encargarme de ello.

Será una velada inolvidable.

Tú y yo junto a la noche estrellada.

No sé mucho de maquillaje, pero ese labial rojo matte hará un lindo juego con el color del vestido. 

Muchas mujeres siempre tienen el dilema de qué usar para resaltar su belleza, tardan miles de horas para verse presentables. 

Eres parte de esa excepción, no necesitas mucho para ser la diosa que eres. 

Luego de husmear entre esos libros añejos de cocina, un par de intentos fallidos y el olor a quemado, conseguí algo que no te convendrá ningun problema para comer.

Yo usaré un traje acorde a la ocasión.

Frank Sinatra inunda la habitación.

Termino de vestirte, creo que esos pendientes de oro también te harán lucir bien.

Frente al espejo puedo contemplar que has bajado un poco de peso, odio cuando te resistes a comer. 

Por eso preparé todo para esta noche.

La mesa está preparada, junto a un candelabro en el centro. El olor de la comida impregna el salón, y las luces están apagadas. 

Te sitúo muy cerca de mí.

Nunca he entendido porque a las parejas les gusta comer de un costado a otro. 

— Espero te guste todo lo que he hecho para ti, querida.

Francamente, la mayoría del tiempo extraño la forma de tu risa, el sonido de tu voz y la forma en que hacias ese sonido tan peculiar cuando cantabas. 

Me gustaría volver a oirlo, aunque sé que ya no es posible.

Pero si tenerte, suponía eso, lo asumo. 

A duras penas comiste, suspiro resignado, la aceptación vendrá un día.

Coloco ''She's The One'' de Robbie Williams, nuestra canción. Es momento de bailar 

— Algún día podrás perdonarme — le susurro al oído.  






ElisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora