El fondo que pusieron para la sesión de fotos era de color azul claro liso. Tus doncellas te habían confeccionado un vestido precioso, con unas mangas cortas que apenas te cubrían la cicatriz. De momento, los vestidos sin mangas estaban prohibidos.
Aunque no tenías mal aspecto, sentías que desde luego la princesa Yuuko te eclipsaba, y Hwasa estaba imponente con su vestido largo.
—Lady Hana —dijo la mujer que estaba al lado de la cámara—. Recordamos a la princesa Yuuko de cuando las mujeres de la familia real japonesa vinieron de visita a palacio, pero... ¿quién es su otra invitada?
—Es Hwasa, una amiga íntima —respondiste, con voz dulce—. Una de las cosas que he aprendido hasta ahora en la Selección es que avanzar significa saber conjugar la vida de antes de la llegada al palacio con el futuro que se presenta ante nosotras. Hoy espero dar un paso más para combinar esos dos mundos.
Algunos de los que les rodeaban mostraron su satisfacción, mientras las cámaras seguían tomando instantáneas de las tres.
—Excelente, señoritas —dijo el fotógrafo—. Ya pueden ir a disfrutar de la fiesta. Más tarde tomaremos alguna foto más.
—Será divertido —respondiste, indicando a tus invitadas que te siguieran.
Seokjin había dejado claro que, de todos los días, aquel sería el que debías estar más atenta. Esperabas poder resultar el mejor ejemplo de lo que debía ser una de las integrantes de la Élite, pero te suponía un gran esfuerzo intentar estar perfecta.
—Baja el tono, Hana, o van a empezar a salirte arcoíris de los ojos.
Te encantaba la idea de que, pese a lo reciente que era su amistad, Hwasa supiera entenderte más allá de las apariencias.
Reíste, igual que Yuuko.
—Tiene razón. Es verdad que se te ve algo emocionada.
Suspiraste, con una sonrisa.
—Lo siento. Hoy es uno de esos días en que me juego mucho.
Hwasa te pasó un brazo sobre el hombro mientras se adentraban en el salón.—Después de todo lo que han pasado Seokjin y tú, dudo mucho de que te mande a casa por lo que pueda pasar en una fiesta de tarde.
—No me refería a eso exactamente. Pero tendremos que hablar de ello más tarde —dijiste, girándote hacia ellas—. Ahora mismo, me iría muy bien que nos relacionáramos con el resto de los invitados. Cuando el ambiente esté más tranquilo, tendremos que mantener una charla bastante seria.
Yuuko se quedó mirando a Hwasa, y luego te miró a ti.
—¿Y qué me dices de esta amiga que tienes que presentarme?
—Que tiene un gran valor para mí. Te lo prometo. Te lo explicaré más tarde.
Por su parte, Hwasa y Yuuko te hicieron brillar como nunca. Yuuko era una princesa, y posiblemente eso la convertía en la mejor invitada de la sala. En los ojos de Chaeyeon viste que lamentaba no haber pensado en ello. Por supuesto, ella no tenía contacto directo con la realeza japonesa, como tú. La propia Yuuko te había dado un número de contacto para cuando la necesitaras.
Nadie sabía quién era Hwasa, pero después de oír tu planteamiento — ideado por Seokjin personalmente— sobre combinar tu pasado y tu futuro, todos pensaron que la idea era espectacular.
Las invitadas de Abey eran predecibles. Potentes, pero nada que no se pudiera esperar. Dos primas muy distantes de Nueva América, en representación de sus vínculos con los líderes de la nación, la acompañaban ataviadas con sus vestidos tradicionales. Chaeyeon había elegido a una profesora de la universidad en la que trabajaba su padre, y a su madre. Por tu parte, temblabas pensando en el momento en que tu familia se enterara. Cuando mamá o Sook se dieran cuenta de que habían perdido una ocasión de estar allí, estabas segura de que no tardarían en escribirte una carta para decirte lo desilusionadas que estaban.