Capítulo setenta y tantos

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A las pocas horas, Taehyung llamó a tu puerta. Tus doncellas hicieron una reverencia y salieron, conscientes de que, fuera lo que fuera lo que dijeran en ese momento, sería privado. Era curioso ver el nivel de compenetración entre ustedes, casi tenías la sensación de que era algo natural. 

—¿Cómo te encuentras? 

—No estoy mal —reconociste—. El brazo me molesta un poco y me duele la cabeza, pero, por lo demás, estoy bien. 

—No debería haberte dejado ir —dijo él, meneando la cabeza. 

Diste una palmadita sobre la cama, a tu lado. 

—Ven, siéntate. 

Dudó un momento, pero tú tenías claro que ya no tenían que esconderse. Seokjin y tus doncellas sabían que se comunicaban, y había sido él quien les había sacado del palacio la noche anterior. ¿Qué peligro había? Tae debió pensar lo mismo, porque enseguida se sentó, aunque dejó una distancia de cortesía, por si acaso. 

—Yo era parte de ello, Tae. No podía mantenerme al margen. Y estoy bien. Gracias a ti. Anoche me salvaste. 

—Si hubiera llegado un momento más tarde, o si Seokjin no te hubiera hecho saltar aquel muro, ahora mismo estarías prisionera en algún lugar. Casi dejé que murieras. Casi dejé que muriera Seokjin —dijo, con la mirada en el suelo y meneando la cabeza—. ¿Sabes lo que nos habría pasado a Jisung y a mí si no hubieran regresado? ¿Sabes lo que. . . ? —Hizo una pausa, como si se aguantara las lágrimas—. ¿Sabes lo que me habría pasado si no te hubiéramos encontrado? 

Taehyung te miró a los ojos. Aquella mirada te llegó bien adentro. El dolor que reflejaban sus ojos era evidente. 

—Pero lo hiciste. Me encontraste, me protegiste y fuiste a buscar ayuda. Estuviste increíble. —Pusiste la mano en su espalda, pasándola de arriba a abajo, intentando reconfortarle. 

—Me estoy dando cuenta, Nani, de que, pase lo que pase. . ., siempre estaremos unidos por un hilo invisible. Siempre serás importante para mí. 

Le pasaste la mano por el brazo y apoyaste la cabeza en su hombro. 

—Entiendo lo que quieres decir. 

Se quedaron así un rato, y supusiste que Tae estaría haciendo lo mismo que tú. Estaría pensando en cuando, de niños, se evitaban el uno al otro; y en cuando no podían dejar de mirarse; en los mil encuentros furtivos en la casa del árbol. . . En todo aquello que hacía de ustedes lo que eran ahora. 

—Hana, necesito decirte algo —dijo. Levantaste la cabeza. Taehyung se giró hacia ti, agarrándote suavemente por los brazos—. Cuando te dije que siempre te querría, era de verdad. Y yo. . ., yo. . . 

No consiguió encontrar las palabras, cosa que agradeciste. Sí, te sentías unida a él, pero ya no eran la pareja de la casa del árbol. 

Soltó una risita fatigada. 

—Supongo que necesito dormir un poco. Me siento un tanto confuso. 

—Los dos lo necesitamos. Y hay mucho en lo que pensar. 

Asintió. 

—Mira, Nani, no podemos hacer eso otra vez. No le digas a Seokjin que le ayudaré en algo tan arriesgado, y no me pidas que te lleve a ningún sitio encubierta. 

—En todo caso, no estoy segura de que sirviera de mucho. No creo que Jin quiera volver a hacerlo. 

—Bien. —Recogió su gorra, se la colocó en la cabeza y se puso en pie. Te tomó la mano y depositó un suave beso en ella—. Milady. . . —bromeó para despedirse. 

THE CROWNING REBORNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora