Capitulo III

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El reloj de mesa de Berenice marcaba las 2:15 am, cuando aquel sueño le hizo despertarse, quedo despabilada y quiso tomar un vaso de agua pero la jarra de cristal que tenía en su mesa estaba vacía. Tardo segundos eternos pensando en bajar al comedor a buscar agua de la nevera.

Cuando por fin se decide en bajar, la ventana de su cuarto se abre de a golpe, una brisa fría entro "bis"11 provocando en Berenice un escalofrió desde la punta de los dedos del pie hasta su frente. Es la primera vez que se encuentra tan sola en aquella posada, y la primera vez que esta tan tarde por los pasillos. Las escaleras rechinaban más de lo que ella recordaba, hasta el techo hacia ruido. Era una posada antigua y no tenía más que unas lámparas de gas en las esquinas, dejando en penumbra gran parte de los lugares.

Cuando por fin llega a la cocina y se sirve su vaso de agua, escucha pasos provenientes de la sala. Era una chica entusiasta y extrovertida, pero cobarde. Aquellos pasos cada vez eran más cercanos, y ella se quedó inmóvil por el miedo. De repente entra a la cocina doña Celestina, y Berenice quedo "in albis"12.

- ¿Qué te pasa muchacha? – le pregunta doña Celestina – parece que hubieses visto un espanto. –

- Es que baje a tomar algo de agua y usted llega así, sin decir nada. – le dice Bere con su mirada de susto.

- ¿Ahora me tengo que anunciar como lo hacían los reyes? – pregunto después de reírse, y luego le dice – usted sabe que yo me levanto todos los días a las cuatro a preparar el café. –

- Pero son las 2:15 am, -

- No mi niña, ya son las cuatro – responde moviendo la cabeza de arriba para abajo.

Berenice queda sorprendida, seguramente su reloj estaba atrasado, cuando iba cruzando por la sala hacia las escaleras, el reloj viejo de madera marcaba exactamente las 4:50 am, subiendo por los escalones ya empezaba a llegar el delicioso olor del café madrugador de Celestina, cuando llego a su cuarto y agarro su reloj de mesa, (un viejo regalo de su padre), noto que la hora estaba correcta. Sus ojos se sobresalieron y se asustó.

Fue algo muy extraño, habían pasado dos horas mientras bajaba las escaleras y llegaba a la cocina. Tanto miedo tenía así, que no se fijó en el tiempo. Ya sin más nada que hacer, se reposo en su almohada a esperar que amaneciera, pensando en aquel sueño que comenzó con todo lo que le paso esa noche. Pero no le dio muchas vueltas y se quedó dormida de nuevo.

Esa mañana, despertó malhumorada, no había dormido prácticamente nada. Ese día tenía que hacer tantas cosas y no tenía la energía necesaria. Después de mirar por la ventana, como estaban los tulipanes rojos que había sembrado doña Claudia en los cubos en frente de la entrada de la posada, se dirigió a su baño.

Cuando llego a la cocina, todavía no había bajado ni Claudia, ni el galante de Estacio, y doña Celestina le tenía su taza de café y su croissant. Se sentó cerca de la barra y empezó a disgustar su desayuno. Luego llegaron los eternos amantes, Claudia con su- buenos días - y su gran sonrisa, y Estacio con un verso –Buenos días, mis bellas damas, ya ha amanecido, estamos un día más viejos, "tempus fugit"13.

- Usted siempre tan poeta – decía Celestina - ¿no te parece Bere?

- Si, Estacio es un gran hombre, la señora Claudia tiene suerte de tenerlo. -

- Y usted mi joven Bere, ¿cuándo tendrá pareja?, el tiempo pasa muy rápido, un día estas corriendo a toda velocidad y al otro caminando lo más que puedes. – le preguntaba Claudia.

- No tengo planes de comprometerme por ahora, y disculpen ya termine y tengo que salir. – tomando su bolso y retirándose.

Berenice tenía que asistir a la universidad, a entregar un adelanto de su libro a un amigo, era el profesor de Historia, Lucio, tenían una grata relación después de que Bere saliera de la universidad. Solo tenía tres capítulos escritos, y ella sentía que una opinión extra, seria de mucha ayuda.

Al llegar, el profesor Lucio, le pregunta que de donde se ha inspirado para hacer su libro, y ella le dice que así como dice su nombre "Errare humanum est"1, pues lo escribe con el sentimiento de todas las tragedias que el mismo hombre crea contra sus semejantes.

- Eso de que "homo homini lupus"14, lo aplicas. Entonces es un buen tema. – le dice con un gesto de conformidad.

- Pues espero que le guste después que lo lea. – le dice sonriendo Berenice.

- Hablando de otro tema, ¿Qué hay de ti, solo estas escribiendo esto o tienes otras cosas?, eras una de las mejores en la clase de literatura. - Alagándola un poco.

- Pues sí, estoy escribiendo una reseña sobre Roma, para una feria que se realizara en Trastévere. pero la verdad es que está muy complicado, este lugar es impresionante en muchos sentidos. -

- Pero yo también te puedo ayudar en eso. – le dice el profesor, buscando entre su escritorio una pluma.

- ¿De verdad? – pregunta Berenice algo entusiasmada.

- Si, préstame tu libreta y anotare mi número, para cuando quieras contactarme de nuevo, porque ahora estoy ocupado, pero sería muy grato ayudarte de nuevo. – sonriendo, anoto en la libreta de Bere su teléfono personal y el local de su casa.

- Muchísimas gracias, esta misma noche le llamare. – y se retira de la oficina.

Berenice es una joven hermosa e inteligente, y noto que aquel profesor galán y bien hablado, tenía otras intenciones, dirían en España "le tiro los tejos". Cuando Bere estudiaba allí, el tenia veintitrés o cuatro años, y ella unos diecisiete. Frente a los ojos de sus amigas era muy atractivo pero ella no lo veía así. Ahora que ha pasado el tiempo lo noto algo distinto. Ella también ha cambiado, ahora tiene veintitrés años, y es una rubia muy atractiva con curvas de latina.

Saliendo ya de la universidad, tomo el bus hacia la ciudad del vaticano, se iba a encontrar con unos amigos de la infancia. El viaje fue algo lento, pues el tráfico tenía a la ciudad alborotada. Un choque en la avenida principal acaparaba todas las miradas, y mantenía a los conductores con un límite de velocidad por un solo carril. Empezaba a llover, y las calles se ponían peor, las personas buscaban refugio en los toldos de las cafeterías, y los conductores encendían sus faros traseros y conducían a 25 klm/h. todo pareciera que era otra vez el destino no le permitía encontrarse con sus amigos.

Esta vez la buena suerte no fue la ganadora, cuando Berenice llega a el lugar de encuentro ya no quedaba nadie, todos sus amigos se habían ido. El día fue un desastre, lo único bueno fue encontrarse con su profesor atractivo.

Cuando va de regreso a su hogar, justo al montarse en el bus, resbala y cae encima de un charco de agua sucia. Empapada desde los pies hasta la cintura llega a la posada, y la recibe doña Celestina con mucho asombro.

- ¡Pero muchacha!, ¿qué te ha pasado? – buscando rápido una toalla en el abre espacios de la sala.

- He tenido un día pésimo doña – secándose la cara.

Al entrar a su cuarto y quitarse todo lo que tenía puesto, revisa su bolso, y adentro, todo estaba destruido por el agua, hasta el bolígrafo había perdido la tinta. Lo peor fue que el cuaderno donde tenía todas las notas sobre su informe, estaba completamente mojado.

Pero no fue la única con un mal día...

Un Amor en RomaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora