Capitulo VI

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Era domingo y Tiberio salía a comprar algo de comida, tenía un poco de dinero del sueldo que le pagaban en la biblioteca. Fue entonces cuando ve una silueta, parecía Severo, pero era extraño, porque aquel hombre se había ido ya hace mucho.

Cuando se acerca y consigue verlo de frente se lleva una gran sorpresa.

- Hola mi viejo amigo – saludaba Severo a Tito con un fuerte abrazo.

- Espera... – decía Tito sorprendido – tú, ¿cómo es posible?

- Sé que parece extraño, pero déjame contarte. –

Severo invito a comer a Tiberio a unas cuadras del lugar y aunque a Tito la idea no le agradaba, acepto.

Aquel viejo Fotógrafo, le relato cada cosa que pasó desde el momento que salió de aquel hospital. La travesía parecía un final de novela, pues Severo se encontraba ya en el aeropuerto esperando que anunciaran su vuelo, y de pronto su mirada se fue al fondo de la sala.

- Podía ver aun el negro de su cabello y el azul de sus ojos – dijo sonriendo como si recordara el momento. - Amigo Tito, el destino es un jugador muy impredecible en esta vida de barajas -.

Aún seguía algo sorprendido y se le veía en los ojos.

Aquella mujer era Isabella, la mujer que le había propuesto matrimonio. Conto sobre cómo fue que consiguió hablarle y de como ella reacciono.

Mientras el relataba, Tiberio aun se sentía enojado porque nunca lo busco después de abandonarlo. Pero todo de repente cambio, cuando Severo le dice que por fin encontró donante de órgano y que ya estaba sano y mejor aún, limpio y sobrio.

- ¿De verdad ya estas recuperado? - Pregunto Tito con algo de duda.

- Sí, mi joven amigo -.

- Y ¿Por qué te has venido hasta Roma? -

- Creo que te sorprenderás con esta noticia. – sonriendo un poco

- Cuéntame...

- Me voy a casar con mi amada Isabella. – dijo – después de todo lo vivido, ella supo perdonarme, para mi suerte nunca se casó y desde hace largo tiempo no tiene pareja. –

- Que felicidad, me alegro por ti – le decía Tiberio.

Ya con la tarde llegando a su fin, Severo le dicta a Tito un número de teléfono para comunicarse, porque claramente estaba invitado a la boda y es más le propuso ser su padrino.

Al llegar a la casa se encuentra con Don Julio y unos Mariachis.

- ¿Qué es todo esto? – pregunto sorprendido.

Don Julio tenía unos cuantos tragos encima y le pide a Tiberio acompañarlo a llevar una serenata a casa de Celestina. Tito no se negó, aunque ni siquiera sabía quién era aquella dama.

Durante el camino a la posada, Don Julio le conto a Tiberio todo lo que sentía por aquella mujer, y que después de ese beso en la mejilla sabía que tenía que hacer algo.

Cuando llegan y se paran frente a la puerta de la posada Don Julio le pregunta a las mariachis si tienen una canción que sea una especie de disculpa, para comenzar.

- Claro que si Don Julio. –

Y así fue, la tonada era "Yo no quiero perder tu amor" y eran buenos cantantes. Una luz en una de las alcobas se logra encender pero nadie salía.

No

Yo no quiero perder tu amor

Mi fuente y mi manantial

Se secan si tú no estás.

No

Yo no quiero perder tu amor

El niño que habita en mí

No entiende tu desamor

Ya te puedes ir, pero piénsalo

Si sientes algo aun por mí

No lo dudes, llámame

Que soy un corazón

Que se muere por vivir, pero junto a ti...

Era lo que sonaba cuando una ventana se logra abrir, tiberio estaba muy apenado, pues no sabía ni siquiera quien era la mujer a la que se le llevo la serenata. Pero más apenado quedo cuando la dama que se asoma por la ventana era Berenice.

Suena a cliché teatral, pero así suceden las cosas. La mirada de asombro de Berenice postrada sobre el rostro de Tito, también mostraba lo extraño que parecía todo eso, de igual forma miro al otro hombre pero no reconocía quien era, nunca se topó con él en la posada.

Fue al término de aquella canción cuando Don Julio pide ahora una donde todo su amor sea declarado.

Minutos antes de que la canción comenzara, justo en la ventana de al lado de Berenice se abría paso Doña Celestina... (Este justo momento, me hace recordar un poema que una vez leí y que encajaba perfecto); "Se oyen los latidos de su corazón contra su coraza luchando por hacer frente a su gran amenaza. Quiere respirar, ser libre de las murallas, ganar por fin la última batalla" Nerea Nieto.

Celestina tenía tiempo evitando a Don Julio no por sus defectos, más bien evitaba enamorarse de nuevo, pero el amor no mira los segundos ni mide el recorrido, simplemente llega. De repente ya Don Julio no escuchaba lo que los Mariachis tocaban, solo se enfocaba en aquella mirada que lo hacía ver el mundo de otro color

Un Amor en RomaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora