Capitulo VIII

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En frente a la universidad, Bere espera con ansias a Lucio que poco a poco ganaba espacio en su corazón, pasaron pocos minutos y justo cuando Lucio salía, venía a su lado lo que se veía como una alumna y Berenice no se preocupó, mas allá de la simpatía que se podía observar entre los dos.

- Hola Bella dama – dijo lucio besando en la mejilla a la joven escritora.

La mirada de Berenice se encontraba algo perdida, sin querer y sin saber porque, su mente surfeaba entre recuerdos y se topaba con la noche de la serenata.

- Te sucede algo? – pregunto insistente lucio.

Cuando la joven entro en razón solo se disculpó y dijo – creo que hoy no podremos salir, disculpa – lo decía mientras buscaba entre su bolso una libreta pequeña, que luego se la entregó a lucio y le dijo, que la guardara y lo leyera apenas tenga tiempo, ya que era muy importante.

Luego de eso Berenice se marchó hacia un lugar que aun ni ella tenía claro. Cuando Lucio llega a su casa, se sienta sobre un mueble negro de su sala y saca aquella libreta que le entrego la joven Bere.

Las primeras páginas estaban en blanco, luego encontró ciertos versos y algunos análisis, que al parecer era lo que Bere quería era que revisara. Pero no solo vio eso, casi al fondo de la libreta, en esos lugares donde uno anota números de telf., nombres o cursilerías, había un poema escrito pero aun no terminado que decía:

- Fuerte entre mi pecho, así eran los latidos, como el sonido del tambor al ser tocado en un rito africano.

Fuerte, así lo era, así lo sentí.

Mi ritmo ya no era cardiaco sino musical, mi corazón dejo de estar triste porque encontró el compás que lo acompañaría.

Así de fuerte fue el impacto.

Tan intenso que dejaría secuelas, pues mi mente ahora más te pensaría...

Solo espero que mañana o algún día pueda mi pecho ser dueño de toda esa sinfonía que solo.... – y así terminaba. Sin más, pero dejando a la imaginación rellenar el espacio vacío.

Lo que Lucio pensó fue que aquel verso era parte del amor que Berenice ahora sentía, así que él se alegró por demás.

A la mañana siguiente, Lucio fue a la posada y dejo de regalo un ramo de flores y un papel que decía – de toda esa sinfonía que solo juntos creamos en armonía... -

Esa misma mañana en un callejón cerca de la universidad, Tiberio seria fuertemente golpeado por unos asaltantes quienes le quitaron el dinero que llevaba y hasta los zapatos. De esa forma llego a la biblioteca donde fue atendido con preocupación.

Casualmente (claro si existiesen las casualidades) Berenice estaba en ese lugar y lo vio. Se acercó a él y se sentó donde estaba.

Desde allí comenzó la primera plática que tendrían después de aquella sonrisa de despedida. – que te ha pasado? – le pregunto ella. Donde el solo diría que fue asaltado.

- Creo que no has tenido mucha suerte hoy – dijo Berenice – si hasta los zapatos te han quitado –

- Pues creo que no – respondió el joven Tiberio

Berenice se ofreció a acompañarlo hasta su casa y platicar un rato para que despejara la mente y el con gusto acepto.

Mientras que la caminata se daba ella pregunto si llego a reconocer a los asaltantes y la verdad es que no. Él estaba algo apenado, ya lo del asalto lo traía nervioso, pero si le sumamos la presencia de la dama de la cual se había enamorado pues aun con más razón tendría nervios.

Ya frente de la casa de tito y luego de una larga charla hubo un breve silencio un poco incómodo, era como si hablaran con los ojos, pues sus miradas estaban fijas. El noto o sintió la necesidad de invitarla a pasar pero no sabía cómo hacerlo, así que fue ella quien rompió ese muro y dijo – si no estás ocupado podría pasar y seguir hablando –

Sin darse cuenta incluso, Berenice reaccionaba, pero algunas cosas suceden así, espontáneamente.

Ya dentro de aquel pequeño cuarto alquilado de Tiberio, sentados casi que íntimamente en el colchón de la cama, la conversación fluía muy bien...

- Te juro que aquella noche de la serenata pensé que sería para mí – decía ella.

- Y yo te juro que no sabía que hacia allí – riendo un poco – Don Julio me dijo que le acompañara pero la verdad no sabía que haríamos hasta que vi a los mariachis. –

Los temas saltaban de adelante hacia atrás y justo nació aquello que llamamos chispa.

- Recuerdo la primera vez que te vi – sonriendo un poco – fue cuando trabajaba de taxista – toma aliento – fue una buena tarde luego de eso – suspira.

- Yo también me acuerdo, bueno más ahora, pero en aquel momento no sabía tu nombre – él dice Berenice sonriendo.

Ya tardado el día, ya sentada en su cama, la joven escritora pensaba en esos segundos con Tiberio, de inmediato un olor a lluvia empezaba a entrar por la ventana, una brisa fresca y un cielo gris sin duda predecían que llovería.

Fue entonces cuando cae dormida, con la ventana abierta, sin siquiera cenar...

Un Amor en RomaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora