Don Julio y Doña Celestina...
Como olvidar ese primer encuentro, ese primer cruce de miradas, que producía en el cuerpo de Don Julio toda clase de sensaciones, para aquel entonces ambos contaban con juventud, Julio solo tenía 40 años y Celestina 43.
En el amor Julio había tenido siempre mala suerte, tachado como tacaño y mujeriego nunca encontraba a la mujer ideal, por otra parte Celestina era una mujer que acababa de enviudar, su marido había fallecido en un accidente de auto y su vida amorosa se vio paralizada.
Cruzando un día en la calle, entre la multitud, un aroma de rosas y tulipanes hacen imaginar belleza y realeza a Julio, el, parado en una esquina logro oler el perfume que traía Celestina que extraordinariamente se encontraba al otro lado de la calle. Parecerá obra de la literatura, pero en realidad fue obra del destino, una brisa fuerte pero cálida, rápida y directa, viajaba del cuerpo de Celestina al cuerpo de Julio. Y así iniciaba una historia algo complicada.
Julio ese día no pudo saber el nombre de aquella dama, pero en su memoria siempre quedara ese aroma, único en realidad, jamás olvidaría la silueta de su rostro ni el lunar debajo de sus labios.
Esa misma tarde Celestina abría de nuevo las puertas de su posada, donde una joven proveniente de Venecia pedía alquilar un cuarto para vivir por un tiempo.
Es un teatro esto del amor, siempre creando historias rebuscadas, eso es lo que esta historia parecía. Julio intento de mil y un maneras para conquistarla pero ella segura y decidida se negaba, no quería nada con el amor de nuevo, pues solo había amado a un hombre y no creía que algo así de nuevo pasara.
Una vez lo intento, jugo de nuevo su turno y se dejó guiar por el destino, pero de nuevo le jugaban una mala pasada, se cerró por completo y ya no amaría más, metió su corazón en una caja.
En cuestión de tiempo Julio y Celestina envejecían y aquel amor a primera vista aun en él se desbordaba. El, la seguiría y ella solo lo miraba. Así por 20 años, hasta que un beso en la mejilla lo lleno de esperanza.
Volviendo al presente, después de aquella noche de mariachis, don Julio y Tito se marchaban sin recibir ni una palabra de Doña Celestina, solo una mirada nada amorosa.
Es complicado pero entre una mente y otra, entre Tito y Berenice, pensaban igual "que acaba de pasar", ella busco en su memoria a aquel joven que estaba en la serenata, mientras que el solo se acostaba y la retrataba.
Pasaron días sin ocurrir casi nada, Berenice iba a citas con Lucio, mientras Tito solo trabajaba.
Así, los caprichos de la vida empezaron a notarse...
Casi en el inicio del invierno, a poco en realidad, cuando el sol apenas salía y el gallo apenas cantaba, la piel de Tito se erizo por completo y a su mente llegaron unas cuantas palabras. Aquel día y sin siquiera pensarlo mucho, sus labios decían. Me he Enamorado...
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Un Amor en Roma
Любовные романыLa disputa entre un joven español y un experimentado Italiano por el amor de una hermosa Veneciana