Todos pasan delante de un hombre con apariencia desaliñada, quién se haya sentado frente a un gran restaurante, su cabello largo y sucio junto a una barba mal cuidada dejaban su rostro ocultado, algo que incomodaba a los aldeanos que pasaban frente a él, pero a la final, siempre de aquel restaurante salía una niña, quién sin importar las palabras de su padre, dejaba un plato servido al vagabundo, uno de perfecta proporción, perfecto para que ese pobre hombre lograse tener suficientes energías durante el resto del día e incluso del siguiente. Lo que parecía mal encajar con su apariencia y aura, era que pese a su situación, siempre le pagaba a la niña por la comida, no con dinero falso o con algún objeto hecho a mano, sino que este vagabundo pagaba con monedas de oro a la desinteresada pequeña, sin importar las insistencias de la misma para que no le pagará, el hombre le terminaba pagando igual, y esperaba que aquella altruista persona se fuera para empezar a comer.
Aquel platillo era un manjar, algo tan simple como una carne cocinada con un poco de arroz bien condimentado, era para ese hombre una comida divina, algo que sin importar cuánto pasase, nunca faltaba al día en que ese platillo estuviese en el menú del día, ¿Acaso había algo que lo unía a esa simplista comida? Quién podría saberlo, al final de cuentas, solo hablaba para pagarle a esa niña, solo hablaba cuando era estrictamente necesario.
" Urhhgigigi.." Eso fue lo que escucho el hombre hacia el callejon a su derecha, un sonido que acompañaba perfectamente la tenebrosa energía que se llegaba a sentir de aquel oscuro pasillo sin salida, ¿Qué ser podría estar en su interior, cuál era el centro del que salía ese tenebroso sonido? Fue lo que se preguntó el mal cuidado hombre, quién sin gastar más tiempo en sus pensamientos, hubiese caminado con lentitud hacia la oscuridad, llevando su platillo consigo. Y entonces hubiera visto el que reproducía ese sonido; un ser verdoso y pequeño, unas orejas puntiagudas, una nariz pequeña e igual de puntiagudas que sus orejas y una dentadura de infante, todo ello adornado por unos ojos esmeralda, unos qué apenas podrían ser abiertos. Tras apenas darle una mirada, era fácil diferenciar aquel ser de cualquier otro sobre el planeta, era un duende, uno apenas entrado en su etapa de niñez, quién suplicaba con sus pocas energías ayuda. Aún con su rostro inexpresivo, el hombre con solo ese platillo a medio comer, se hubiese acercado con cuidado al pequeño, quién sin una mirada fija se hubiese dado cuenta de esa presencia por tan solo la reacción del agua al ser pisada, no por el sonido, sino por como aquellas frías y sucias gotas hubieran saltado contra su rostro, "¿Quién es ese humano?" ese fue el único pensamiento del pequeño al notar como finalmente la distancia entre ambos era ya inexistente, y apenas pudiendo diferenciar las emociones que se hayaban en el interior de ese hombre.
- Come.
Esas fueron las únicas palabras que el duende pudo escuchar antes de ser alimentado por el vagabundo, hasta acabar con lo faltante del platillo.
"Tal vez sus dueños lo abandonaron" lo único que podía justificar esto, y es que ver a un duende infante abandonado es extraño, todos saben sobre lo fácil que es adiestrar a uno, como si se tratase de un perro, puedes simplemente criarlo como si fuera un hijo o mascota, otros para que sean sirvientes. Pero los más peligrosos son aquellos dejados a su suerte en una zona dónde criaturas de malas intenciones los usen como soldados, e incluso como carne de cañon, ya que tienen una alta tasa de nacimiento y reproducción. El impulso de querer rescatar aquel ser de su inmundicia hubiese logrado sacar al vagabundo de su situación neutral, decidiendo acercarse hacia el infante.
Lo ultimo que pudo recordar ese infante fue haber sido cargado por aquel mal aseado hombre hasta el duro y árido suelo, siendo dejado a su propia suerte, pero ahora siendo visible por cualquier persona que caminase por las calles. La espera no habría sido mucha, debido a que una pequeña niña habría salido del restaurante, quién curioseando se hubiese acercado al duende, picando con un palo su delgado cuerpo esperando una reacción, terminando sobresaltada al ver como el infante hubiese movido una de sus manos contra el palo, dejando notar que aunque débil permanecía con vida, ello alegro a la pequeña, que decidió cargar con esfuerzo al duende hasta el interior de su hogar, dónde tras regaños y algunos lloriqueos, su padre hubiese aceptado al nuevo integrante de la familia tras las súplicas de su primogénita, dándole un final feliz a ese pequeño duende.
Mientras que, caminando hacia el fondo de un callejon, el vagabundo llevaba en su mano una mal cosida manta negra, con la cuál se hubiese cubierto la espalda y hombros, sentándose mientras apoyaba su cansada espalda contra la pared de alguna casa de su alrededor, abrazando sus piernas intentando dormir, dejando bajar sus pesados párpados para tapar la vista y cubrirse en oscuridad, una calida y negra vista, dónde caía lentamente en los brazos del sueño, hasta finalmente caer, pudiendo dormir pese al ruido y frío de la noche.
- ¡Bien, es momento de hacerlo! - Un entusiasta adolescente de melena roja alentaba al vagabundo, mirándole de reojo, dónde sus hombros contactaban, apoyándose entre sí.
- ¿Brave?.. - El desconcertado hombre giraba su cabeza para ver aquel joven, que al poder reconocer su voz y apariencia de reojo, inmediatamente intentaba visualizar su rostro, pero al hacerlo, solo pudo ver como su cuerpo fue disparado hacia una gran pared de ladrillo.
No importa las veces en que este destrozado hombre intente descansar, sus recuerdos le atormentan al estar sumido en la oscuridad, dónde lo primero que hace por instinto es ver a su lado, comprobar que Brave, que su mejor amigo, se encuentra bien, pero lo único que logra percibir, esa vista de impresión es mera oscuridad, cuál se va difuminando hasta tener una imagen clara, una que desearía no haber visto ese día. Lo único que podría hacerse llamar como el cuerpo de su amigo, era el espeso líquido rojizo mezclándose con la suciedad y los escombros de una ya destrozada pared, "¿Brave?" es lo único que se puede preguntar mientras su mente intenta procesar todo lo que paso en menos de un segundo, dónde al volver la mirada hacia el frente para encarar aquella imponente y negra silueta, no puede siquiera poner una defensa decente, su nariz al momento del impacto es destrozada y su consciencia con lentitud abandona el cuerpo. Lo último que logra recordar de ello, es como una voz femenina le llama por su nombre antes de hundirse en la oscuridad nuevamente, una que pese abrir sus cansados ojos, sigue persistente.
- ¿Porque sobreviví ese día? - Fue lo único que pudo decirse a sí mismo mientras despertaba de aquel sueño, decidiendo levantarse para salir de aquel callejon, dónde al estar ya en la calle vería como pudo dormir hasta el amanecer, al menos por ese día.
Un día más, dónde el desdichado hombre se quedaba sentado en la entrada del callejon, observando y siendo observado, dónde palabras ya no tenían lugar, dónde la culpa de aquel día opaca todos los sentimientos habidos en su corazón.
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El Vagabundo De Dulford
FantasyPerturbado por un trauma de su adolescencia, el guerrero tomo una vida de vagabundo para abandonar a sus amigos y recuerdos sobre aquel fatídico día, pero tras el llamado de su ex compañera de misiones, el ahora joven adulto deberá volver al lugar d...