Capítulo 0.25: Charla

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Mi nombre es Mery Mery, papá no tuvo suficiente imaginación para el nombre, por lo qué decidió usar el apellido también como un nombre, quedando bastante extraño, aunque no me molesta en verdad. La familia consta de papá, Ray y yo, Ray fue adoptado de la calle hace casi 3 años por mi, estaba tirado frente al restaurante y debido a ser un bebé decidimos criarlo como parte de la familia, apoyando al restaurante teniendo el cargo de mesero.
Los días constan de trabajo y jugar, soy la cocinera del restaurante junto a Papá, aunque él sobre todo se encarga de administrar las cosas del establecimiento, por lo que nunca me debo preocupar sobre las ganancias o pérdidas del lugar. Normalmente juego con Ray tras acabar la jornada, o simplemente salgo junto a los demás niños del pueblo hacia el bosque, una rutina que tengo desde qué tengo razón de ser, pero cierta persona aparece una vez a la semana, distorsionando mi rutina y dándole un aire diferente a la anterior.

- Oye papá, ¿Puedo preguntarte algo? – La pequeña se dirigía hacia su padre con respeto, manteniendo una distancia notable mientras ingresaba lentamente hacia la oficina del mayor.

- Dime, Mery – El hombre dejaba a un lado los papeles, mirando a su hija fijamente a través de aquellos cristalinos lentes.


- ¿Porqué hay vagabundos? – Preguntaba desde la inocencia, perdiendo la mirada en el suelo, manteniendo una actitud sumisa ante el mayor.

Cuando pregunté a mi padre sobre los Vagabundos parecía algo enojado, como si aquello fuese un tema tabú, pero tras un incómodo y largo silencio se decidió hablar, su tono de voz era mas lento de lo común, más concreto en la manera de explicar y sin dar muchas vueltas, no entendía muy bien las palabras, pero si logré conectar todo para dar con una respuesta que si pudiera comprender en mi joven cabeza.

- Existen 2 tipos de vagabundos en este mundo, los que normalmente vemos por diferentes pueblos y ciudades son los consumistas, aquellos que tras perder sus ingresos caen en la desesperación y deciden volverse mendigos, pidiendo dinero en la calle y viviendo con lo mínimo. – Un lapso cesó el sonido, dando tiempo al hombre de cobrar aliento – lo común de ese tipo es que resuelvan su situación trabajando en empleos de mala paga para luego volver a su anterior estado, aprendiendo de su error para seguir con la vida como si nada hubiera pasado. O sino, morir en un callejón con solo pobreza sobre sus hombros.

- ¿Y qué hay del otro tipo? – Intentando comprender toda la información se sentaba en el suelo, cruzando ambas piernas y manteniendo sus sentidos atentos a la respuesta de su progenitor.


Esta pausa fue incluso peor que la anterior, nunca había visto a mi padre sudar frío, su mirada incrustada en el vacío, sus manos temblorosas sobre el mal cuidado escritorio, la forma tonta en que se quito los lentes, golpeando sus ojos en el proceso, era como si todo esto fuese un secreto a voces, un peligro para el conocimiento de cualquier persona.

- Hombre falto de motivación, que ha perdido su razón de ser, no importa cuánto tiempo avance, él se mantendrá casi inerte, deambulando por la zona cuál ha elegido como su nuevo hogar, viviendo en las calles y comiendo lo que pueda. La razón por la cuál nadie desea hablar de este tipo, es por su falta de deseo, de cumplir algo…Ellos intentan recobrar aquello haciendo diferentes labores, como si fuesen Zhánshi. – El hombre trataba de mantener la calma, reposando sus manos sobre aquel el escritorio, mirando a su primogénita –

- ¿Y qué hay de malo? Son hombres que buscan nuevamente su motivación, podrían volverse hombres de bien – La niña dudaba de la actitud de su padre, aunque sus expresiones físicas eran evidentes, aquella definición llamaba a lo neutral.


-  Su falta de ser da paso libre a hacer de todo, podrían matar cientos de personas y no sentir nadie, ello podría dar la respuesta que otra cosa les hará sentirse completos otra vez, pero también preguntarse, ¿Tal vez debo de hacer más para sentirme satisfecho? Aquello se vuelve una droga inconsciente, hacer actos hasta alcanzar la razón de ser, gente externa se aprovecha de ello y les hace ejecutar tales acciones. Por eso es mejor dejar a esos vagabundos sin interacción, sea negativa o positiva, nada debe inclinarlos a una desmedidos de actos irracionales en búsqueda del ser  - La explicación estaba dada y el hombre dejó de hablar, ignoro la presencia de su hija y desvío la mirada hacia sus papeles, buscando distraer su ya nerviosa conciencia por lo hablado.

No quise preguntar más, me fui y decidí quedarme en el cuarto a reflexionar, tratando de entender hasta lo último lo dicho por mi padre aquel día, sintiendo miedo y esperanzas de aquel hombre de las calles. No sé su nombre, ninguno del pueblo lo sabe, pero entre los vecinos decidimos llamarlo “Señor Ermitaño” y parece que él prefiere mantenerse con ese apodo antes que hablar sobre sí mismo.

Quién sabe y ese hombre pueda ser nuestro esperanza, o nuestra perdición. Un misterio aterrador que espero responder pronto, papá. 


El Vagabundo De DulfordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora