La llorona

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La triste historia de La llorona, muy popular en México y por las zonas del suroeste de los Estados Unidos, tiene varias versiones, y ha existido desde los días de los conquistadores españoles. Se dice que existe un espíritu con pelo largo y negro, una mujer de belleza incomparable, que anda las riberas de los ríos, llorando toda la noche, buscando a niños que ella pueda arrastrar a su muerte, ahogados en los ríos.

Los orígenes de la leyenda quedan un misterio. Como se ha dicho ya, las versiones varían, pero todas tienen una cosa fundamental en común: que en cada versión vive el espíritu de una madre que ahogó a sus niños, y ahora está destinada pasar la eternidad buscándolos en los ríos y en los lagos.

Una versión de la leyenda dice que vivía una mujer llamada María que nació en un pueblo pequeño y humilde. Tenía una belleza legendaria, y capturó las miradas y la atención de todos los hombres de su recinto. Se decía que pasaba sus días haciendo cosas típicas de la gente rural, pero en las noches, que ella salía a los clubs y a los bares, excitando a todos los hombres que la veían. Pero, esta María también tenía dos hijos varones que ella dejaba solos cuando salía. Un día, una persona de su pueblo encontró a los niños muertos en un río. Algunos decían que ella misma los asesinó, pero otros reclamaban que los bebés murieron simplemente por su negligencia.

Otra versión explica que una mujer buena y llena de amor se casó con un hombre rico que siempre le regalaba todo lo que deseaba. Pero después de que ella parió a sus dos hijos, él comenzó a cambiarse. Volvió a una vida de mujeriego y alcohol, y desapareció a veces por meses. Parecía que a él ya no le encantaba su esposa María, y que cuando él por fin regresó a casa, era solamente para visitar a sus dos bebés varones. Una noche, mientras María andaba con sus niños por la calle, su esposo vino en carruaje sólo para ver a los bebés. Él no le hizo caso ninguno a María, y al suceder esto, ella perdió su control y, enfurecida, ahogó a sus criaturitas en el río. Al darse cuenta de lo que había hecho, persiguió a sus niños que flotaban muertos bajo el río. Puesto que cuando por fin los sacó del agua se notaba que era imposible salvarlos, María pasaba sus noches vagando las calles del pueblo, llevando su vestido blanco y largo, llorando, lamentando el acto que había cometido.

Hay quien afirma que a día de hoy se puede oír su triste lamento.


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