08

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Raquel

—Ya no me parece mala idea morirme —eso que acaban de leer fue Daniela lamentando su existencia.

Sí, la misma Daniela que ama la vida más que yo a mi tonto perro.

Estaba estirada en mi cama, con la cara hundida en la almohada. Lleva así desde que llegó a mi casa y me despertó hace ya una hora y media.

—Ya, cálmate, no exageres —blanqueo los ojos, tirándome en la cama con el portátil en manos.

Daniela alzó la cabeza, mirándome como si le hubiera pedido que me dé un riñón para venderlo.

—¿Que no exagere? —pregunta entre dientes. La miré con una sonrisa burlona en el rostro, realmente era una tontería la razón por la que se había montado esa película —. ¿¡QUE NO EXAGERE!?

Chilla con todas sus fuerzas, dejándome casi sorda en el acto. Mi mirada pasó de divertida a fastidiosa, Daniela es una pesadilla cuando se le mete en la cabeza lo de ser actora.

A veces practica con situaciones reales, y adivinen quién es la afortunada que tiene que aguantar eso.

Exacto, yo.

—Chica, me estás dando dolor de cabeza —me quejo.

—¿¡Pero tú eres consciente de lo que he hecho!? —vuelve a gritar. Suspiro por enésima vez, ha preguntado lo mismo como diez veces.

—Créeme, no pudiste hacer algo mejor —le informo.

—¿Estás de broma, lerda? —me mira con una expresión incrédula —. ¿Quieres que te pegue para que pienses? Porque estoy a punto de hacerlo, y ya te digo que faltan no ganas.

A Daniela se le buguean las neuronas cuando suelta más de dos frases, sobre todo si está cabreada, justo como ahora.

—Ganas no faltan, querrás de...

—¡CÁLLATE! —me estampó la almohada en la cara.

—CONTRÓLATE, CHIFLADA —le devolví el golpe con la suficiente intensidad como para hacer que los pelos le volaran.

—Muy bien, hablemos como personas hechas y derechas —se incorporó en la cama repentinamente y me miró con seriedad. Enderezó la espalda y entrelazó sus dedos, aun con los pelos señalando por todas partes.

Al menos he conseguido que se calme. Es un buen comienzo.

—Mmm, ¿vale? —contesto a sus palabras, sin saber muy bien qué decir ante eso, y sin entender exactamente a qué se refiere. Al fin y al cabo se trata de Daniela y sus raras preocupaciones.

—A ver, Marco te llevó a una sala para "limpiar tu vestido", entonces llegó Ares en modo celoso. Estaban a punto de pelearse, luego vino Artemis y los hizo fuera de su bar para "cuidar su reputación". Entonces te masturbó...

—Ajá —asiento, tranquilamente.

—Y luego... —comienza.

—... me despertaste —termino la frase que ella empezó.

Daniela pone mala cara ante mi interrupción.

—No me refería a eso —me dedicó una falsa sonrisa.

Patalea el suelo con rabia y se vuelve a estirar en la cama, soltando un suspiro de cansancio. Se dedica a mirar el techo por unos segundos antes de incorporarse repentinamente y mostrar una brillante sonrisa.

—¿Sabes qué? Iré con el criado de mi casa para que me consuele —se levanta con los ánimos reactivados.

—Muy buen, pero recuerda que no quiero críos corriendo por mi casa —le avisé, acompañándola a la salida. Daniela se para de repente, causando que yo choque contra su espalda.

TENTACIONES - Artemis HidalgoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora