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Raquel

—Te acompaño... —escucho decir a Daniela antes de alcanzarme apresuradamente.

Rodea mi brazo con el suyo al darse cuenta de lo poco estable que es mi caminar. Si antes no podía hacerlo bien por culpa del condón rojo, imagínate ahora que he visto a ese ser de belleza sobrenatural.

—¿En qué momento ha cambiado tanto? —susurro disimuladamente, ya que seguíamos estando a la vista.

—No lo sé, joder, no lo sé...

La última vez que lo vi estaba más... Normal. Es decir, era atractivo, y mucho, pero ahora no hay palabras suficientes para describirlo.

Solo diré que cambia el estado de las cosas secas.

Alejo la imagen de él de mi mente y me centro en tratar de caminar junto a Daniela sin tropezarme.

Mis dedos se retuercen entre ellos, nerviosos, como si tuvieran mente propia. Mi pobre labio está siendo maltratado por mis dientes y no puedo evitarlo.

Mi cabeza está hecha un lío y ni hablar de las reacciones de mi cuerpo.

Llegamos al baño en silencio, creo que las dos seguimos procesando mentalmente lo que hemos visto en esa sala. Daniela abre la puerta y entramos a toda velocidad, permitiéndonos liberar lo que sentimos. Apoyo mi espalda en la puerta y me ventilo con las manos. Acabo de pasar los minutos más extraños de mi vida.

Mi amiga se desliza por la pared, sentándose en el suelo.

—Ay, mi Dios... Ay, mi Dios... —se pasa las manos por la cara. Comienza a murmurar cosas ininteligibles, cosa a la que no le doy importancia.

La esquivo, acercándome al lavabo, para luego abrir el grifo y , seguidamente, echarme agua en la cara con la intención de aclarar mi mente.

Por suerte, Daniela acostumbra a utilizar maquillaje de calidad, así que no se me corrió el rímel.

Cosas de ricos, no lo entendería.

—No lo entiendo, ¿qué le ha pasado? —finalmente, sale de su mundo.

No le contesto, solo agarro la toalla que está colgada a un lado y me doy leves toquecitos en la cara, eliminando las gotas de agua que estuvieron deslizándose por mi piel.

—Levántate de ahí, vamos —es raro que sea yo la que tenga que decir eso —. Nos están esperando.

—Se me están por caer las bragas y tú me dices que nos están esperando, insensible —bufa.

—Es calentura, lávate la cara con agua fría y se te pasará —tiro de su brazo, intentando hacer que se levante.

Una vez, está de pie, hace lo que le digo.

Arreglo mi vestido, quitando las arrugas que se habían formado anteriormente en él. Acomodo mi pelo pasando mis dedos por él, que también le ha afectado tanta belleza.

Respiro hondo y vuelvo a dirigirme hacia la puerta del baño. Coloco mi mano en el pomo y lo giro, abriendo la puerta.

Salgo del baño, siendo seguida por Daniela.

TENTACIONES - Artemis HidalgoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora