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Tecnolife. Una famosa empresa encargada de mantener la tecnología en un constante avance, volviéndose popular de manera impresionante al crear, ya hace algunos años, la tan aclamada línea de humanoides especializados en diferentes áreas de la vida cotidiana. Así es, podías comprar un robot con aspecto humano ya sea para tenerlo como empleado, como amigo, como pareja o sólo como compañero de casa. Eran algo así como mascotas que no necesitaban alimento o un baño, sólo seguían las ordenes predeterminadas dadas en su creación y listo.

Sin embargo, todo aquello a Haknyeon se le hacía una basura inútil por lo que terminando de leer aquel folleto dejado en la puerta de su departamento, lo tiró a la basura en su cocina. Ju Haknyeon era un simple chico universitario que vivía su vida a la antigua, yendo a todos lados caminando o usando el transporte público, viviendo felizmente tranquilo en su hogar. Sin necesidad de tener un pedazo de hojalata parlante diciéndole cualquier tontería de su escaso vocabulario. No entendía cómo la mayoría de la gente deseaba conseguir un robot como si fueran lo mejor del momento.

Simplemente no le veía la necesidad a tener uno. Si quisiera compañía se compraría un perrito o se conseguiría una novia, o como última opción le diría a su madre que viviera con él. Cualquier cosa menos gastar su dinero en un humano falso. Era escalofriante. Era considerarse realmente abandonado el llegar a conseguirse uno. Tal vez su madre podría comprarse uno ya que su padre había fallecido hace años y la mujer ahora estaba sola en casa, en esos casos sí era aceptable tener un robot.

Como sea, la empresa era estúpida, la idea era estúpida y más estúpida la gente que le consumía.

—¡Ya llegué, vámonos!

El rubio se sobresaltó al escuchar el inesperado grito. Su vecino, amigo y compañero de clases llamado Eric había entrado a su departamento como si de su propia casa se tratase.

—Te he dicho que no entres así —regañó Haknyeon—, un día de estos vas a matarme del susto.

—Lo siento, se hace tarde. JuYeon, ¿traes mi celular?

—Sí, está en mi bolsillo —el pelinegro sonrió y Eric lo imitó.
Eric era uno de los estúpidos que habían comprado en Tecnolife y sí, Lee Juyeon era su Tecno-novio, o lo que fuera. Haknyeon se había opuesto muchísimo al principio pero con el tiempo se acostumbró a la presencia metálica del pelinegro. Era divertido y amable, aunque a veces le perturbaba la idea de estar en una relación con un robot. A pesar de eso, Eric se veía muy feliz con Juyeon así que finalmente lo aceptó. O algo así. Ambos eran fastidiosos de vez en cuando, parecían estar malditamente conectados.

—¿Juyeon irá con nosotros a la universidad? —preguntó Haknyeon, haciendo todo el esfuerzo posible para ocultar su inconformidad, mientras tomaba su mochila del sillón.

—No, irá a casa de Sunwoo a pasar el rato con Hyunjae hyung.

—Dios, no le digas hyung a Hyunjae.

—¿Por qué no? Es modelo 97, es mayor que yo.

—Es un jodido robot Eric.

—¡Oye! —Eric le cubrió la boca, esperando que Juyeon no haya escuchado eso. —Pueden serlo pero tienen sentimientos, están malditamente bien diseñados, deja de ser tan odioso.

Qué ridiculez, pensó Haknyeon. Salieron del departamento y fueron hasta la parada de autobuses donde dejaron a Juyeon para luego irse hasta la estación de metro a esperar el que iba directo a la escuela. Eric se quejaba siempre cuando usaban el transporte público alegando que la tecnología había avanzado y que para eso estaban los ubers o cosas mejores, sin embargo Haknyeon era enemigo total de todas esas novedades.

Y así los días avanzaron, con la misma rutina de siempre. Hasta que una tarde, Haknyeon recibió un enorme paquete que le dejó realmente confundido.

Cuando regresó de la universidad se encontró una enorme y pesada caja fuera de su departamento con una nota pegada:

Robotic Boyfriend. ※ BbangHak. [𝘼𝙙𝙖𝙥𝙩𝙖𝙘𝙞𝙤́𝙣]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora