Era la tercera vez que pasaba.
Desde que había entrado al servicio del señor George Takei, se habían celebrado tres reuniones como la que estaba a punto de tener lugar. Una había sido la semana en la que me incorporé, por lo que no me enteré de mucho. La segunda había tenido lugar el fin de semana anterior, y aunque había estado todo lo atenta posible a los coches que se habían parado frente a la casa y al ir y venir de invitados, tampoco había sido capaz de averiguar nada nuevo. No obstante, esta tercera era una reunión excepcional. Todos decían eso: que las reuniones del señor Takei y sus socios se celebraban una vez al mes, y que este aumento en su frecuencia solo podía ser mala señal. Yo no lo interpreté así. Ni el señor Takei ni su hija parecían preocupados: uno porque jamás nos mostraría una emoción como esa, y la otra porque estaba la mar de feliz de recibir visitas. Decía el rumor que entre los socios de su padre que acudirían esta noche se encontraba su prometido. No sabía cuánto de cierto había en este rumor, pero sí sabía que la señorita se había pasado el día más coqueta y distraída de lo común.
–Espero que venga la doctora –comentó de pasada mi compañera de cuarto, Liesl, mientras limpiábamos la habitación de la señorita Allegra–. Es una mujer tan glamurosa.
–Bueno, incluso si viene, no lo sabremos, ¿no? –dije, frotando con fiereza la superficie llena de colorete y aceite para motores del tocador–. Solo dejará entrar a los de siempre.
–Ya, bueno, podemos soñar, ¿no? Me encantaría servir en una de esas reuniones, para ser franca. Ah, la cantidad de cosas misteriosas de las que hablarán...
No dije nada. No tenía el corazón de revelarle el motivo por el que estaba tan nerviosa que mis manos temblaban contra el tocador. Se iba a llevar una buena desilusión si supiera que, pese a llevar solo un mes y una semana trabajando para nuestro señor, me había ganado suficiente confianza suya como para ser invitada a una de las reuniones.
"Tampoco es para tanto", pensé en el momento. Al fin y al cabo, no eran más que reuniones donde cuatro algodones asquerosamente ricos charlarían sobre sus inversiones en bolsa y lo difícil que era tener dinero que gastar, ¿verdad? Negocios. Los tres socios del señor Takei eran sus socios de negocios. Iban a hablar de tonterías aburridas y no sería capaz de enterarme de nada. Pero si sabía eso, ¿por qué estaba tan nerviosa por servir aquella cena estúpida? ¿Por qué me preocupaba tanto? Era una pregunta retórica. El motivo era que sabía, y sabía de sobra, que una "reunión de negocios" podía ser un eufemismo. Sobre todo, cuando venía de un hombre como el señor Takei, que tenía en su posesión uno de aquellos objetos. El mismo que había intentado robar como una idiota y que me había hecho acabar en aquella posición en primer lugar. Esos trastos nunca traían nada bueno.
Acabé de frotar el tocador y recorrí la habitación con la mirada. Recogerla y limpiarla aquel día no había sido una tarea de mucha dificultad, dado que la señorita Allegra se había levantado pronto. Desde que salió por la puerta esa mañana, no había vuelto. Mi señorita pasó aquel día inmersa en el armario de su difunta madre, hundida hasta los codos en vestidos que le habían pertenecido a ella. Me dio órdenes de no molestarla, órdenes que pretendía seguir. Con toda seguridad, estaba buscando algo que ponerse aquella noche, algo especial. La presencia de su futuro marido estaba casi tan garantizada como la mía.
El momento que tanto temía se fue aproximando de manera inexorable. Al fin y al cabo, en la casa de los Takei se cenaba temprano, y todo el personal de cocina ya llevaba horas trabajando duro y elaborando una deliciosa cena para el señor y sus socios. Me pasé por la cocina solo un par de veces, ya que el ambiente estaba tan tenso y la gente tan ocupada que no me sentí necesaria allí abajo. Alguien no podía comer carne roja, parecía. Había que reducir el contenido en sal. Uno de los comensales rechazaba los productos de origen animal por completo. No entendí bien por qué, pero parecía que las visitas de los socios del señor Takei suponían un trauma y una conmoción terrible para sus empleados. Por lo menos no sería la única en aquella casa que estaba de los nervios. Evité prepararme hasta que los primeros invitados no estaban a punto de llegar.
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honk honk
Fantasíasi no consigo a ese puto payaso es posible que pierda la cabeza besties